Elena Mira, fichada por el equipo de gobierno oriolano como «coordinadora de concejalías» por cuya tarea percibe 34.000 euros, reside al parecer en Santoña. Muchas veces se tiene mejor perspectiva de los asuntos viéndolos desde fuera. Y si te distancias 900 kilómetros, pues mucho más. La oposición, con su denuncia, ha hecho gala de todo lo contrario. De una patente cortedad de miras. Sólo es preciso repasar la historia reciente para saber cómo han terminado los sucesivos alcaldes. Con tales antecedentes, ¿no puede ser mejor alejarse? ¿Quién nos dice que, de aquí a la vuelta de la esquina, la única que sobreviva en su puesto no sea Elena? Y, a pesar de las apariencias, se encuentra muy involucrada, ¡qué caray! El ayuntamiento apoquina dos millones de euros anuales a una empresa por poner monitores deportivos. Clequali, que así se llama —yo no tengo la culpa—, se limita a contratar a estos empleados y a los de limpieza y por ello percibe la mitad del montante que el concejo presidido por Mónica Lorente destina al deporte. Aseguran los denunciantes que el gerente de esta empresa no es otro que el marido de Elena. ¿Lo ven? Involucrada, no, involucradísima. No hay más que constatar el acierto que supone pasarse el Año del Centenario de Miguel Hernández haciendo de puente con la cuna de grandes poetas como Gerardo Diego, cántabro, no santoñés, aunque, para el caso, que más da Santoña que Cantabria. Y todo esto sin contar con lo que puede aportar de la industria conservera. Vamos, ni comparación con la Vega. Ha sido tanta la curiosidad, que me he ido a Facebook y la preferencia la ostenta una chica con unos morritos que para qué acompañados por la pregunta «¿no es la persona que buscabas?». Que te entran ganas de contestarle a la red «cómo lo voy a saber». Por su parte, el pepé lo ha soslayado diciendo que se trata de una cuestión personal. Otras fuentes municipales atribuyen la ausencia a una baja por maternidad. Pues como acuda al bautizo una buena representación, va a ser un gasto.