Qué tienen en común unos huesos fósiles de saurópodo, una bolsa de corporales del XVIII y un lienzo de Murillo? La lista no es arbitraria, pues estos objetos son bienes culturales y, tarde o temprano, pueden ser objeto de una intervención conservadora o restauradora. Los ejemplos pueden variarse (un cuadro de Genovés, una campana gótica, un vestido de torear...) seleccionando objetos restaurados por instituciones de la Generalitat en los últimos 15 años y presentados en la muestra «Restaura» en el Centro del Carmen de Valencia. La exposición, parca en piezas originales y profusa en vídeos y fotografías de difícil visión, exhibe fundamentalmente tres datos: 200 millones de euros gastados en la restauración de 7.300 ítems de 352 poblaciones valencianas. De algunas obras, y con una finalidad didáctica, se ofrece una documentación del proceso de intervención. Pero no se entra en detalles que permitan analizar lo que se ha hecho; en muy pocos casos se da razón de la intervención; tampoco se informa del centro que ha actuado. Se nombran hasta seis instituciones, pero no todas son establecimientos de restauración, sino contratistas de profesionales independientes y no mencionan los trabajos de los departamentos técnicos de los museos valencianos.

Ello no impide que la literatura de la muestra insista en que la Generalitat es un referente nacional, europeo y mundial en la recuperación y puesta en valor del patrimonio. Ya estamos acostumbrados a esta retórica, aquí somos referentes en hospitales, en cooperación al desarrollo, en construcciones de escuelas y en tantas cosas. Pero conviene ser precisos, pues la referencia es un valor mensurable como se hace en bibliografía, donde se cuenta el número de citas de una publicación en determinadas revistas especializadas. Que se hayan recibido distinciones como los premios Europa Nostra, AR&PA o la Medalla de Bellas Artes no significa, sin más, la conversión de las fundaciones e institutos valencianos en centros de referencia. Que algún centro valenciano esté trabajando en Pompeya, Marruecos, Honduras, Nicaragua, Nueva York o Vietnam tampoco lo convierte, sin más precisiones, en centro de referencia.

Otra cosa es que el Ivacor, adscrito a la Conselleria de Cultura, sea de hecho, o convendría que fuese, un centro de referencia, pues, de acuerdo con la ley de creación, puede planificar y supervisar las actividades que distintos organismos públicos y privados realizan en el campo del patrimonio histórico valenciano. Sin embargo, no siempre es así y cada institución hace lo que buenamente puede y actúa de forma relativamente autónoma.

Cuando los miembros de la primera Academia Francesa se referían a las sesiones de la discreta Academia de Puristas de la que procedían, hablaban de «una edad de oro en la que, con la inocencia y libertad de los primeros tiempos, sin ruido y sin pompa... disfrutaban juntos de todo lo que la vida razonable y la sociedad cultivada tiene de más dulce y encantador». Pero la exposición que comentamos, dicho a la manera horaciana, no es un trabajo académico, solutus omni fenore, sino un acto administrativo que no evita el foro ni las soberbias puertas de los palacios, aunque se celebre entre unos venerables claustros. Otra forma de exponer los resultados hubiese sido más dulce y provechosa.