Pocos valencianos saben que Valencia es la única ciudad de Europa, quizá del mundo, que cuenta con una vía pública rotulada en honor de las putas. «Carrer de les amoroses» es el emotivo nombre en lengua valenciana que adoptó este trozo de arteria urbana, en pleno corazón del barrio del Carmen, muy cerca de la falla Na Jordana. El rótulo «Calle de las Amorosas» se mantiene discreto. Hace poco una reforma urbana de esas que transforman de raíz todo el paisaje, relegó la calle de las profesionales del amor a un callejón sin patios, justo enfrente de donde nació, paradojas de la vida, nuestra internacional hetaira Bienvenida Pérez. La Calle Amorosas guarda el recuerdo del feliz burdel de Valencia, cerrado por Felipe III para que el convento del Carmen, vecino del establecimiento, hiciera una espectacular operación urbanística de recalificación de solares, ¡ya en el siglo XVII! Quiere esto decir que si hasta las prostitutas tienen calle en Valencia, al único al que se le niega este honor es al provecto Joan Fuster, demonio oficial del Reino desde el año 1961. La concesión de la calle a Xavier Casp hubiera sido un buen momento para romper el tabú fusteriano. Son tan listos que llegan a ser tontos. El reconocimiento conjunto hubiera cerrado una época.

El agravio hasta la tumba conducirá al desagravio desmedido. Cuando cambien los tiempos, el ensayista tendrá una avenida impresionante que le dará veinte vueltas a ese solar en ciernes que le han concedido a Casp junto al Puerto, en «una zona pendiente de desarrollarse urbanísticamente». La derecha es muy recatada en los honores callejeros. Sin ir más lejos, el vetusto alcalde de Albal don Agustín Zacarés me regaló una calle en un polígono también sin urbanizar que sólo fue noticia una vez por haberse producido en una de sus industrias un incendio de magnas proporciones. Han pasado ya varios gobiernos por aquel municipio y la distinción me la han respetado. Incluso he repetido como mantenedor en fiestas con el alcalde Ramón Marí, sobrino del anterior. Eso sí que es convivencia democrática. En la capital, en cambio, hay otros criterios. Ni Casp se merecería su reconocimiento en un andurrial desconocido, ni Fuster el mutismo absoluto. «Hay homenajes que parecen fusilamientos», frase oída a Miquel Adlert Noguerol, amigo de Casp al que también le pusieron una plaza donde Cristo perdió el gorro, al lado de la Fuensanta.

Lo más chistoso de la calle Casp es que se publicita que esté «junto al mar, donde el poeta podría encontrar inspiración para sus poesías». Será cuando ruja la marabunta de la Fórmula 1, ruido insoportable que obliga a los vecinos a emigrar a otros lares, como me cuentan mi sobrina María Ángeles que vive allí mismo. Esperemos que don Xavier esté tocando la lira allá en el Cielo y no escuche el abominable rugido de los bólidos profanando la armonía de su deshabitada calle. Desde luego es mucho más apta para la poesía nuestra calle de las Amorosas.