La dictadura constituye un régimen político que mantiene maniatada y secuestrada a la sociedad. Ello no sucede en una democracia, donde hay una división de poderes y las libertades se hallan salvaguardadas. Sin embargo, la calidad de un sistema democrático varía de unas sociedades a otras, dependiendo de las reglas del sistema y de la actuación de los diferentes actores políticos. ¿Cómo mejorar la calidad de la democracia en España y en la Comunitat Valenciana? ¿Cómo lograr que los poderes públicos ejerzan eficazmente su función y la sociedad mantenga un alto grado de apertura, sin verse menoscabada por dichos poderes?

Se puede y se debe mejorar mucho la calidad de nuestro sistema democrático. A veces da la impresión de que vivimos en una sociedad maniatada por distintos mecanismos que manipulan ciertas instancias del poder. La conquista o el mantenimiento del poder parece un fin que justifica cualquier medio. La falta de diálogo y de respeto hacia el adversario, el clientelismo y el ventajismo en determinadas operaciones, el abuso de los medios de comunicación, las corruptelas en la gestión de ciertas áreas, aparecen entre los mecanismos que reducen la calidad de la democracia. El resultado es una regresión moral que debería preocupar a todo el mundo, y en primer lugar a los dirigentes políticos.

Un reciente libro de Javier Solana, una conversación con el periodista Lluís Bassets, lleva el título de «Reivindicación de la política». Resulta curioso dicho título cuando mucha gente siente hoy una gran desconfianza hacia la política. Sin embargo, Solana cree en la política y señala que la misma es una actividad que debería ir más allá de la gestión y la administración de la cosa pública, para incluir también la construcción de consensos, la pedagogía y el liderazgo. En su opinión hacer política es hacer presente el futuro.

Parecen interesantes estas ideas en un texto donde Solana reflexiona sobre su dilatada experiencia en el ámbito de las relaciones exteriores. Una experiencia (como ministro en el gobierno de Felipe González, como secretario general de la OTAN y como alto representante de la política exterior europea) donde hubo de implicarse en el diálogo y la negociación de diferentes puntos de vista en tantos asuntos importantes. Entre otros, los acuerdos de cooperación de la OTAN con Rusia (que implicaron el fin de la guerra fría), las misiones de pacificación de los Balcanes (que acabaron con aquellos conflictos fratricidas) y la ampliación de la Unión Europea hacia el Este.

¿Cómo no reivindicar la política para la mejora de los asuntos públicos, para el impulso del desarrollo y la reducción de las desigualdades? ¿Cómo no entenderla como un espacio de diálogo y consenso entre posibles puntos de vista diferenciados, y de coordinación entre distintas administraciones? Es hora de que entre todos, con los actores políticos al frente, mejoremos la calidad de nuestra democracia y elevemos sus exigencias morales.