Unas cuantas observaciones, meramente recreativas, sobre el nuevo Gobierno que el presidente Zapatero se ha mercado a la puerta de los meses más fríos. Para empezar, no creo que el País Valenciano haya perdido peso, pues no lo tenía: ni Pajín ni Fernández de la Vega representaban ningún poder valenciano en cualquiera de los sentidos del gentilicio, salvo que se refieran a la denominación de origen o la indicación geográfica protegida; pero ni doña Leire es una hortaliza, ni doña Teresa, un aceite del Maestrat. Para tener peso, hay que tener maquinaria política propia (catalanes, vascos o canarios) o ­desaprender sumisión, como han demostrado diversos barones socialistas y conservadores (o las dos cosas a la vez) de Galicia, La Mancha y Andalucía.

No quiero martirizar a nadie y menos al lector. Zapatero boqueaba como las carpas del marjal entre los restos podridos de la paja de arroz hace unas semanas, pero vuelve a colear como las anguilas, siguiendo con la metáfora marismeña, con su pacto de legislatura, su gobierno de trinca y su canesú. Esto ha cabreado enormemente a las bancadas del PP, que esperaban que la combinación de la madurez del higo, la fuerza de la gravedad y la boca bostezante de Rajoy completaran las previsiones sucesorias. Zapatero parece tonto, incluso lo es a veces, pero sus rasgos de candor y perplejidad son genuinos. El candor vence al cinismo del mismo modo que la bomba de hidrógeno puede con el hacha.

Zapatero fastidió un poco a Patxi López para redondear su jugada así como Rajoy ha pateado el culo de los populares canarios para expresar su enfado. Es lo que pasa: cuestión de jerarquía. No creo que Rubalcaba sea más inteligente que Fernández de la Vega, pero comunica mejor y es más listo en el sentido oportunista que temen los demás maquiavelos. Jáuregui y Rosa Aguilar son dolientes y combativos, y para sonrisas ya tenemos a Trinidad Jiménez, mujer jacarandosa y meridional de quien los varones de escudo y renta no esperan mayores prendas. Y quizás las tenga, además de ser un buen escaparate de la moda de España (los italianos trinarán).