Siete meses para las elecciones, o lo que es lo mismo, siete meses para irse a casa. Es el tiempo que les queda a muchos de los diputados de la oposición para dejar el hemiciclo valenciano, por el que han pasado sin pena ni gloria, sin una sola propuesta que los ciudadanos puedan recordar y sin un solo debate en el que no hayan intentado desviar la atención de su ­ineficacia.

Estos siete meses que nos quedan hasta mayo son interpretados por algunos como un ultimátum: es el tiempo que tienen para que sus jefes de filas vean que no están dormidos, que se mueven y que son algo más que un escaño con número. Andan a la desesperada, y cuando las cosas se hacen deprisa y corriendo, sólo puede pasar una cosa: que llegue un nuevo fracaso. Como los estudiantes que lo dejan todo para última hora y que se enfrentan temerosos a la posibilidad real de suspender de nuevo.

La oposición no tiene ideas ni discurso. Pero no está ni ciega ni sorda. Ve y oye encuestas, y en todas tienen las de perder. La respuesta no puede ser otra que la previsible: ante el desastre, sálvese quien pueda, y si por el camino siembras la duda sobre la honorabilidad de dirigentes en el Gobierno y enfangas el terreno, mucho mejor. Eso es, ni más ni menos, lo que está haciendo la oposición con el conseller Rafael Blasco. A costa de un tema tan particularmente sensible como es el de la cooperación, los Oltra, Tirado, Morera y Luna intentan ganarse un titular. Un carro al que también se ha subido Jorge Alarte, ese gran desconocido no sólo para los valencianos en general, sino también para los votantes socialistas.

Las explicaciones no les valen. Ellos, que se creen el adalid de la transparencia, ponen en duda hasta los expedientes que se les muestran, las facturas y los informes y prefieren seguir generando dudas. Es una estrategia que les pasará factura, que no tenga nadie la menor duda, porque eso es lo que les pasa a los tramposos y a los que manipulan la realidad a su antojo.

La mentira y la infamia han formado siempre parte de la estrategia de los socialistas cuando todo se les vuelve en contra. Es un fenómeno del que afortunadamente la Comunitat Valenciana se había mantenido al margen. Hasta ahora, bajo la responsabilidad de Alarte y Luna, que no han sabido estar a la altura de una oposición responsable. El primero será recordado como el hombre que temió enfrentarse a unas primarias y que avaló a un tránsfuga en Benidorm. El segundo, por vulnerar todos los principios de la democracia, exhibir un informe policial bajo secreto de sumario en sede parlamentaria y escurrir el bulto sobre las obras de su casa que le pagó un famoso empresario.

Secretario del PP en las Corts Valencianes