Chirrían las últimas declaraciones del Alcalde de Valladolid, Francisco Javier León de la Riva, sobre la nueva ministra de Sanidad, Leire Pajín. Son unas palabras deplorables y totalmente fuera de tono que parecen extraídas de una época que todos creíamos olvidada, y por eso no las quiero reproducir.

La violencia machista, tristemente de actualidad en estas últimas semanas, es la demostración más arcaica de la supuesta supremacía del hombre sobre la mujer. Y en este asunto, Leire Pajín Iraola ha sido el centro de dardos envenenados que venían de todas las direcciones: ella ha sido la diputada más joven de la democracia, miembro destacado del PSOE como Secretaria de Organización (labor en la que ha sabido dar la cara incluso en los momentos más difíciles), Secretaria de Cooperación Internacional, etapa que todos alabaron (incluido el partido de la oposición) y donde estuvo al frente de un asunto en el que el Presidente Zapatero creía firmemente: los derechos humanos y, sobre todo, los derechos de los más desfavorecidos. Ahora, con su nuevo nombramiento, Leire Pajín asciende en el escalón político un peldaño más. Y no es posible que en el mundo actual en el que vivimos, los éxitos de las personas todavía sean valorados por el sexo de las mismas y no por los conocimientos o la inteligencia que atesoran. Es algo que debería saber perfectamente el Sr. León de la Riva. Él ha crecido en ese mundo machista en el que la igualdad no era posible y a la mujer le tocaba vivir en la sombra de sus maridos, aun cuando ellas fueran las encargadas de alumbrar a esos hombres. El Sr. León de la Riva, que representa a todos los vallisoletanos desde hace años, debería dejar de representar a esa parte de la sociedad que aún ve a las mujeres como usurpadoras de un poder que se le presupone, por naturaleza, al hombre. Y más tratándose de él, ginecólogo de carrera, una persona pública con los estudios y la capacidad intelectual que se le supone, que con sus comentarios sexistas parece que esté avalando a los maltratadores verbales que coartan derechos y libertades. Y lo que es peor y más grave: sus palabras allanan el camino de los maltratadores físicos, que ven de alguna forma justificados, por la personalidad pública de quien las pronuncia, sus actos cobardes y asesinos.

Yo mismo sufrí, en un momento de mi vida, las repercusiones de haber crecido también en un mundo machista: durante mis primeras maratones, en la salida veía mujeres jóvenes y pensaba que no podrían terminar la carrera. Sin embargo, en los últimos kilómetros, que son los más duros, podía observar cómo la fortaleza de esas mujeres, tanto física como mental, no solo se igualaba a la mía sino que incluso me superaban en la meta.

También los tiempos corren y adelantan al pasado oscuro de las ideas fijas. En nuestra empresa, Carmencita, históricamente ha habido más mujeres que hombres. Además, a pesar de no estar obligados, estamos implantando el Plan de Igualdad, una posibilidad para que, entre otras muchas cosas, todos los trabajadores puedan denunciar cualquier tipo de acoso, ya sea físico o verbal.

El Alcalde de Valladolid agrede a la inteligencia de todas esas mujeres que tuvieron que luchar durante siglos para conseguir, no ya superar al hombre en derechos y libertades, sino únicamente alcanzarlo en igualdad.

De hombre a hombre, de padre a padre: ¿qué pasaría, señor León de la Riva, si las palabras que usted dijo se las hubieran dirigido a una hija suya? Solo le pido que reflexione. Dese una oportunidad, por favor: márchese a casa con humildad y tenga el coraje suficiente de superarse y respetarse a sí mismo, para después poder respetar a los demás. De lo contrario, si perdura en esa actitud machista, sus palabras se convertirán en el epitafio de su vida.