«Oh, Bartolomew, me siento como San Agustín de Hipona tras ser convertido por Ambrosio de Milán», contesta Homer Simpson a su hijo Bart cuando éste le pregunta cómo se siente tras ser bautizado. ¿Quiere eso decir que efectivamente tiene razón el padre jesuita Franchesco Occhetta cuando defiende en L´osservatore romano que la familia Simpson es católica? Ni de coña delirante. Repasemos el capítulo. Debido a un equívoco los servicios sociales retiran la custodia de sus hijos a Homer y Marge, que son asignados al cuidado de los Flanders. Bart y Lisa no pueden soportar la religiosidad de sus vecinos. Un día, Ned Flanders descubre horrorizado que los niños no están bautizados y escandalizado se dirige con ellos a un río cercano para bautizarlos él mismo. En ese momento Marge y Homer recuperan la custodia de sus hijos, descubren que Ned se los ha llevado para bautizar y conducen a toda velocidad para evitar que sus hijos ingresen en el cristianismo. Justo llegan cuando Flanders está dejando caer el agua bendita sobre la cabeza de Bart y Homer salta gritando «¡noooooo!» en una parodia del final de El guardaespaldas. Empuja al niño pero no puede evitar que el agua caiga sobre su propia cabeza, tras lo que comienza a retorcerse desesperado como el T-1000 de Terminator 2 cuando muere fundido. De verdad, ¿tan terminal está el catolicismo romano como para alabar una serie de televisión por sus ocasionales referencias a la religiosidad y al cristianismo, sin importarle que tales referencias suelan ser en su mayoría abiertamente sarcásticas? ¿Homer Simpson, católico, asistiendo semanalmente a oficios protestantes en los que se dedica fundamentalmente a dormir? En la cabecera del Pravda vaticano se puede leer el lema «Unicuique suum» —«a cada uno lo suyo»—, que no cumplen ni siquiera hablando de dibujos animados. «Normalmente no suelo rezar, pero si estás allá arriba, ayúdame, Supermán» (Homer, de nuevo).