Por si no se nos alcanzara, aún, la verdadera naturaleza de la trama de entidades solidarias, inversiones inmobiliarias, líderes en nómina y partidos fantasmas que tenían como excusa los hospitales de Haití o Nicaragua, ahí está ese indicio tan revelador como los líquidos de un viejo fotógrafo, tan luminoso como una figurilla fluorescente de la Virgen de Lourdes en la mesilla de noche: los redactores de los proyectos copiaban sus textos de otras solicitudes de ONG colgadas en El Rincón del Vago, que ahora creo que se llama distinto. El Rincón del Vago es ese portal de internet donde estudiantes camastrones echan un pitillo con el culo pegado al poyete de mármol, viendo el tiempo pasar como un arcángel con una herida en el pecho: como para acalorarse, encima.

Esas cosas no las hacía Rafael Blasco cuando era joven, pues fue estudiante y funcionario de ­provecho, capaz de introducir en su cabeza todo el Derecho Administrativo del país, y cuidado que ese delirio estructurado no se lo salta ni Cayetano Martínez de Irujo montado en un alazán. Y aún quedaba espacio, como ha demostrado el devenir de los acontecimientos, para crear universos y tramas paralelas, un laberinto cruzado, sujeto o a salvo, no lo sé muy bien, de o a redes legales. Es lo que tienen las redes, que son casi todo agujero: puro zen. A Blasco lo han traicionado esos gandules vividores incapaces de meter en el papel de barba su sello personal, un poco de talento literario pone lustre a cualquier desafuero.

Muchas de nuestras desgracias acontecen más por dejadez que por maldad: ser malo cansa mucho, mientras que uno puede ser vago sin interrupción. No me extraña que el conseller Blasco —tan diligente siempre— haya tenido que pedir, según mis noticias, a los empleados fijos y a los contratados de su departamento que firmen una papela donde se asegura que todas las adjudicaciones se hicieron conforme a la ley, aunque no tuvieran nada que ver con ellas y la exigencia no parezca muy legal, pero la ley en nuestro país es una red para peces distraídos. Algunos se han negado, pese a tener el contrato pendiente de renovación. Con un par.