En 1972 Joaquín Collado realizó un magnífico reportaje fotográfico sobre el Barrio Chino que vimos en la librería Raylowsky. Esto ratifica una tradición de más de cuarenta años. Yo mismo recuerdo, viviendo en Maestro Palau y habiendo de atravesar Maldonado para llegar al centro, la presencia de aquellas alegres féminas que nunca escatimaban piropos que elevaban mi autoestima. Por el contrario, cuando he pasado con mi hijo menor de edad se han comportado muy tranquilas, dando pruebas de su saber hacer y su profesionalidad.

Grupos vecinales de Velluters están desolados porque la Fiscalía no encuentra pecado en estas mujeres que viven en la calle, ofreciendo un producto tan antiguo como el mundo, y llegan a manifestar sentirse «cabreados» por la libertad con la que operan dichas señoras. Es hora de defender a estas damas y reivindicarlas como lo que son, una tradición valenciana tan antigua como los porrats festivos, que también se celebran en las calles y tan brillantemente acaba de estudiar el investigador Agustín Galbis.

Las amorosas están en Velluters hace más de cincuenta años. Esto debe generar algún derecho adquirido. Antes estuvieron en la Avenida del Oeste, proyecto franquista para laminarlas y especular urbanísticamente. Antes, en calle Barcas y adyacentes, barrio de Pescadores que se cargó el puritano blasquismo hipócritamente, siendo sabido que Blasco Ibáñez fue un grande putero. Antes pulularon por Comedias, confraternizando con el mundo del teatro. Antes ocuparon el burdel cristiano, actual Beneficencia. Y antes de entrar el rey don Jaime, que unificó este negocio, se cuenta que hubo hasta tres barrios burdelarios en la diminuta ciudad musulmana. En consecuencia, la tradición de estas mujeres de la calle («dones de caireta» las llamaban en lengua valenciana por la sillita que usaban para esperar clientela) es más antigua que la Ofrena a la Mare de Déu en fallas, y por tanto debe ser considerada objeto de protección por parte de unas autoridades que presumen defender nuestras costumbres y tradiciones. «Lo Rat Penat», exaltador de las glorias valencianas, debería elevar a una de estas damas a la condición de «Regina dels Jocs Florals» como homenaje a su labor plurisecular a favor del bienestar de los ciudadanos.

Las lamentaciones vecinales parecen de otra época. Afirman que dichas señoras están esclavizadas, cuando están más libres que otras mujeres que trabajan todo el día por una miseria lustrando pisos o embalando naranjas. Estas damas hacen lo que quieren y se ponen sus propios horarios. Pueden denunciar su situación en la comisaría, o irse, o sencillamente buscarse otras ocupaciones. A nadie nos gusta trabajar por obligación, pero ellas han elegido eso, y están en el tajo desde hace siglos. Afortunadamente, la Fiscalía así lo ha entendido y no ha visto delito en lo que es una de las tradiciones más antiguas del Reino de Valencia. Si quieren meterse con los que trabajan en la calle, que se metan con los agentes de la ORA, que no son tradicionales y bastante nos amargan la vida.