Con su salida, el portavoz socialista en el Ayuntamiento de Alicante ha puesto en un brete infinitamente mayor al equipo de Gobierno que lo hecho durante los años de estancia y ha reportado un enorme favor a su organización a través del discurso esgrimido: «He cometido un error por pedir un puesto de trabajo para un compañero y gran amigo y pido disculpas en primer lugar a la sociedad alicantina porque esto quebranta el principio de igualdad y hay muchas situaciones dramáticas. Dejo todos los cargos y volveré a la vida universitaria». Salvo que él sepa que el sumario puede desvelar otras interioridades, el desliz cometido por Roque Moreno tampoco es que sea de los más sangrantes salvo por el hecho de haberse dirigido a Ortiz, que tiene todas las papeletas de convertirse a no mucho tardar en el apestado por antonomasia. El gesto de su dimisión deja tiritando a la alcaldesa que, en su comparecencia a regañadientes de esta semana, admitió haberse valido de sus influencias para que determinadas personas consiguiesen trabajo y reconoció tan campante haberse ido de gañote a Ibiza en el yate del constructor. A pesar de que el diario de Pedrojota titulara ayer que «el grupo popular de las Cortes vive otro bochorno por la información del caso Brugal» es hora de preguntarse qué piensa el votante del pepé sobre que los de enfrente asuman sus debilidades con destituciones y ceses y que los propios paseen ese estado de dicha que une el «te quiero» de Ortiz al conseller Flores cuando éste le revela una adjudicación con el famoso «amiguito del alma» en una luna de miel eterna con visos de prolongarse. ¿Es que, a pesar de tanto exhibicionismo, los cargos públicos de esta era popular no se sienten exigidos ni presionados por sus seguidores? Porque materia para sentirse defraudado igual existe. Al menos así lo entiende el mismísimo Zaplana, quien ha hecho constar su tristeza por lo que está ocurriendo que hasta le permite impartir lecciones de integridad. En fin, más lejos no se puede llegar.