Aunque llegamos a ser la séptima potencia económica mundial y ahora parece que ocupamos la undécima plaza (más o menos), en transparencia, es decir en la limpieza de nuestros tratos nos relegan al trigésimo lugar. Vamos maqueados con un traje de Armani, pero con los calcetines de anteayer y el calzoncillo condecorado. Yo nunca me fiaría del todo de una estadística —y siempre podemos consolarnos mirando a Italia, donde aún son menos higiénicos— ya que Singapur saca muy buenas notas (un sobresaliente) y es un paraíso fiscal, es decir que esconden muy bien el lienzo guarro en arca de plata.

La mentada estadística dice que, a causa de la pobreza sobrevenida, no somos más corruptos que el año pasado, pero tampoco menos. Pero esa cuenta no tiene presente el efecto acumulativo, algo que siempre hay que considerar en materia de tóxicos. Y así se explica que a Nuestro Amado Líder ya no le franqueen ni el correo —no tiene, literalmente, ni para sellos— y el próximo Nou

d´Octubre, si fuera su caso y ocasión, habrá de convocarlo con un tam-tam. Mientras tanto, Santiago Calatrava sigue en lo suyo, preocupado por las lamas del Ágora que no encajan. Nos va a girar otra factura y no será pequeña, aviso. Como la alcaldesa Rita que, como no le queda ni para pan, va a echar el resto en puentes y abanicos.

Solo nos portamos bien —esto es, no peor— a la fuerza, cuando ya no queda para repartir ni una burbuja del alegre espumeo del ladrillo. Por eso, María Dolores de Cospedal, la del Partido de los Trabajadores, acumula sueldos por valor de un cuarto de millón de euros (ni Carmencín Alborch, que hacía doblete de concejala y senadora, llegó a tanto) y afirma tener la receta para salir de la crisis: será verdad, ella ya ha salido. Y no se trata sólo de dinero: ahí tienen al alcalde de Valladolid, León de la Riva, con nombre y estilo de viejo hidalgo de misa y lupanar, que ante una chica de Benidorm que llega a ministra tiene ensueños con criadita fregando con el culo en pompa. Garrota y bromuro.