Los presupuestos elaborados por el Consell para 2011 son austeros, pero no paliativos. Si bien recogen un recorte del 4,7%, el detalle de los ajustes arroja más sombras que luces. Un ejemplo lo encontramos en el hecho de que el Ejecutivo autonómico haya renunciado a reducir más el número de empresas y organismos públicos. Otro en que haya rehusado empequeñecer el segundo escalón de la Administración porque, al decir del vicepresidente Gerardo Camps, «era imposible reducir más» su nómina. Afirmación dudosa, pero que habrá tranquilizado a los posibles afectados por esta medida.

Por el contrario, el tijeretazo sí se dejará sentir en el capítulo de las inversiones, es decir, aquél que más actividad económica directa e inducida puede arrastrar. Es el que más reducción porcentual sufre (-8,1%), sólo superado por las transferencias de capital. Resulta llamativo también el ajuste del 7,3% que experimentará la política industrial, justo cuando Consell, empresarios y sindicatos se disponen a sentar las bases de un plan de prioridades en este campo. Además, el empleo que se espera generar con estas cuentas tampoco resulta relevante frente a las actuales tasas de paro.

Estos contrastes entre los gastos denominados corrientes y los que se podrían considerar productivos se ven acompañados por otras propuestas chirriantes, como el recorte en los fondos para la promoción del valenciano y el incremento de los destinados a la enseñanza del chino. Por lo que, en conjunto, no parece que estos presupuestos vayan a resolver muchos de los problemas que tiene planteada nuestra economía en estos aciagos tiempos.