El escritor Arturo Pérez-Reverte ha dicho que el ex ministro Moratinos es un «perfecto mierda», por haber llorado en su despedida. Luego se felicitó por lograr con su insulto un gran aumento de entradas en Twitter, protestando. Caramba. El problema de la soberbia no es que sea pecado capital, es que nos embrutece hasta sacar nuestro peor perfil, y encima (soberbia añadida) nos vanagloriamos. A Moratinos, en cambio, Pérez-Reverte le ha hecho un favor, como al ex ministro Fernando Morán se lo acabaron haciendo los crueles chistes a su costa. Entre Morán y Moratinos hay una línea identificable, la del intento —siempre fallido— de lograr una política exterior española con perfiles propios: alineada por racionalidad con Occidente, pero sin entregarse, y con el corazón cerca del mundo hispano y árabe, pero sin perder la cabeza. O sea, con la ductilidad propia de la inteligencia emocional.