Desde hace unos años, las universidades han abierto sus puertas de par en par, a fin de que la sociedad moderna enriquezca sus aulas de diario, el Paraninfo, el Aula Magna y sus funcionales salones de actos. Antiguamente, las universidades de letras eran un reducto gobernado por los catedráticos de Derecho Canónico, Derecho Natural (naturae satis facere) y Derecho Procesal. La universidad era aburrida, incluso abominable. Sólo la tuna universitaria («palmero, sube a la palma, carrascal, carrascal, qué bonita serenata, que me estás dando la lata, o clavelitos, clavelitos de mi corazón») alegraba, de vez en cuando, la solemnidad docente.

Pero los tiempos han cambiado mucho. Y ahora no resulta extravagante que una universidad, o una facultad concreta, agasaje y corone en su seno a personas que han triunfado (económica y socialmente) porque han atravesado a nado el canal de La Mancha, marcado más goles que Di Stefano en la temporada 1956-57, o batido el récord Guinness del ruido en un recital de rock celebrado en el estadio Bernabéu.

Esta apertura a los nuevos tiempos y a la cultura del pop y el rock, que ha desbancado, afortunadamente, a la música culta entre la juventud y la madurez, inoculada también desde su más tierna infancia, se ejemplifica en la progresista iniciativa anunciada por la Universitat de València, en la voz y la palabra de uno de sus promotores, don Vicente García. Efectivamente. A partir del mes de febrero de 2011, la venerable y venerada UV «ofrecerá un nuevo programa de postgrado en gestión empresarial de la música que contará entre su profesorado con artistas como Alaska, Loquillo o Pau Donés». Este chico es el vocalista y cerebro del grupo Jarabe de Palo, equivalente hispánico de la London Symphony Orchestra.

No hierra el señor García cuando afirma que la industria de la música necesita gente preparada para afrontar nuevos retos y por tanto hay que formar a los rockeros, los managers, los empresarios del «rrollo» (según la histórica definición de Jesús Ordovás en De qué va el rrollo, 1977) y las discográficas, antes de que el top manta e internet acaben con tanto arte de pago.

Los maestros que participarán en esta revolucionaria novedad académica poseen un currículo intachable, tanto en su vertiente puramente artística como comercial o literaria. Puede que nadie nos crea, pero coleccionamos las obras completas —hasta ahora— de Alaska (desde Kaka de Luxe, Alaska y los Pegamoides, Alaska y Dinarama o Parálisis Permanente), Loquillo (Loquillo y Trogloditas) y Pau Donés (Dentaduras Postizas). A modo de aperitivo académico, transcribimos algunos versos de Quiero ser santa (Alaska), Loquillo (Sol) y Pau Donés (Depende). Vamos allá.

Alaska (Quiero ser santa): «¡Quiero ser santa! / Quiero ser canonizada / Azotada y flagelada / Levitar por los mañanas / Y en el cuerpo tener llagas».

Loquillo (Sol): «Y yo, sólo observo el sol, como entra el sol / sólo observo el sol, como entra el sol / en los lugares que habitan los hombres, y se refleja su luz / sólo observo el sol, como entra el sol».

Pau Donés (Depende): «Que aquí estamos de prestao / que el cielo está nublao / que uno nace y luego muere / y este cuento se ha acabao».

Es obvio, pues, que esta selección de profesores-artistas no se la merecen las caducas aulas universitarias. No se olviden de subvencionar dos contenedores cargados de cervezas para los alumnos.