Después de un largo paseo en bici, llegué a casa con la cabeza embotada de todo lo que esencialmente no entiendo. No entiendo la falta de civismo en esta ciudad. Encuentro genial la nueva idea del Ayuntamiento de Valenbisi… Una ciudad llana y con buen clima es idónea para ir en bici, pero…. No entiendo que se coja un carril en las universidades y de pronto se llegue al centro y el carril muera sin que conduzca a ninguna parte. Soy consciente de que es difícil crear esas infraestructuras que hacen falta, pero habría quizá que intentarlo y sembrar, además, un poco de civismo... No entiendo el mal estado del pavimento de algunas calles… No. Está ciudad todavía no está hecha para las bicis. No entiendo a los ciclistas que se creen dueños del mundo y se deslizan a toda velocidad sorteando obstáculos y atropellando a los desprevenidos y algo incautos peatones. Un día iba yo de peatona —¿se dice en femenino o tengo que decirlo tal como suena peatón?— cuando me avasalló un «moderno» a toda marcha, casi me corta hasta el aliento y encima se enfadó. Tampoco entiendo a los peatones enfurecidos con los ciclistas porque creen que invadimos un espacio que no tenemos y ellos, sin embargo, a veces invaden el nuestro. No entiendo a los dueños de los perros, hoy que cada vez hay más perros, ¿problema de soledad? Existe tanta afinidad entre algunos de ellos que a veces hasta tienen el mismo humor. Soy muy respetuosa con los animales, pero todavía más con las personas que además tienen miedo. Entonces, ellos, los afines, te dicen: «¡No hace nada!» «Faltaría» —piensas—. «Sólo le gusta jugar» y ves que el pobre animal se acerca, pone el hocico muy próximo a ti, cosa que te horroriza y te dices: «¡por favor que le caiga bien, que no me sienta sospechosa!» El otro día iba por el río y me asaltaron dos caniches, por un sitio en que deben ir cogidos. Casi me tiran de la bici. «Por favor, señora —dije con toda humildad—, no los lleve sueltos que casi me mato» a lo que enfurecida contestó: «El río es de todos y también de los animales» —y… de las bicis—. Esto lo dije bajito y alejándome. No hay mucho diálogo con la gente cargada de razón. No entiendo cómo algunos ni siquiera quitan los excrementos que su querido animal va dejando por las calles y luego, sin darte cuenta pisas y te acuerdas… sobre todo de su propietario. No entiendo el porqué de tantas palomas portadoras de enfermedades que se apoderan de la calle, extorsionando a las bicis; ensucian y si te descuidas se cuelan por el balcón. No entiendo a los conductores que apenas suben en sus coches se transforman en leones de la rueda, gritan, tocan el claxon, se enfurecen, no respetan el paso de peatones, tuercen sin utilizar el intermitente, luchan por un trozo de asfalto sin ningún miramiento. No entiendo esa especie de egoísmo que fluye carente de todo miramiento. No entiendo a algunos taxistas, ni conductores de autobuses que odian a los ciclistas y reniegan de ellos y de vez en cuando dan algún susto que otro. No entiendo a algunos motoristas/motoristos, jinetes/amazonas del espacio que contribuyen a romper ese silencio que no tenemos y aceleran el vértigo. No entiendo el porqué de esos feos bolardos que se apoderan de las aceras dificultando el paso, quedándose con el dolor de una rodilla… Quizá están ahí para que no se aparque encima de las aceras, otra falta de ese civismo, pero no entiendo cómo no hay aparcamientos a módicos precios repartidos por la ciudad, ¿rozamos la imponderable economía? No entiendo esta agresividad casi salvaje que se trasluce en el ir y venir de nuestra cotidianidad. Tengo setenta años y ya no me callo.