Algunos, las teorías conspiratorias, como la de Ali Agca acusando al que fue secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Casaroli, de haberle encargado el atentado contra Juan Pablo II, nos producen tanta repulsa como fascinación. Seguro que no, pero excita la mente. Casaroli era un gran diplomático global, un racionalista sin patria que supongo creía en cosas como la fraternidad universal. Juan Pablo II era un devoto de la tierra (empezando por la suya polaca) y de sus frutos, como las devociones marianas. Gracias al fervor telúrico-religioso y nacionalista de Polonia logró la conversión de Rusia (en otra cosa).

Una vez tuve ocasión de charlar con Casaroli, y le hablé con algún énfasis, y hasta cierta pasión, del renacer de los nacionalismos. «Es una gran tragedia, una gran tragedia», respondió, moviendo la cabeza con pesadumbre, como si hubiera nombrado su pesadilla de cada noche.