Una de las fundaciones que ha saltado a la actualidad a propósito de las subvenciones de la Conselleria de Solidaridad y Ciudadanía tiene como imagen de marca la figura de un arquero característica del arte rupestre valenciano. Es muy similar al logotipo clásico de la editorial Seix y Barral que también es un arquero. No es evidente la relación que puedan tener estas empresas con las figuras utilizadas en la marca, pero, al tratarse de negocios humanísticos o humanitarios, la representación estilizada o abstracta de la figura humana puede que no esté mal traída.

La apropiación cultural y las referencias a imágenes realizadas por antiguos pobladores no son nuevas. En los años cuarenta surgió un movimiento artístico denominado Grupo de Altamira y, en los cincuenta, tuvimos aquí el Grupo Parpalló, de artistas y críticos, de tan importante contribución a la renovación de la producción artística valenciana. El movimiento indaliano, iniciado por el pintor malagueño Jesús de Perceval, pasó sin mayor gloria; pero la figura del indalo se popularizó y se ha convertido en un icono de esa provincia andaluza; no hay turista que no compre en Mojácar una figurita o estampa del hombrecito.

Del Guerrer de Moixent se han hecho esculturas de gran tamaño erigidas en Valencia y en Moixent. Es el símbolo del Museo de Prehistoria y de las publicaciones del Servicio de Investigaciones Prehistóricas, ya que es una de las piezas más representativas de la colección y de la actividad del servicio. También sirve de logotipo a una colección museística de soldaditos de plomo en Valencia. Otras figuras de este tipo se emplean en publicidad comercial. En algún mercadillo medieval he visto botes de miel en cuya etiqueta se reproducen los recolectores de miel de las cuevas de Bicorp y un promocionado vino valenciano viste la botella con un texto en caracteres iberos. No tardaremos en ver algún vino requenense que alegue sus orígenes en el poblado de Las Pilillas.

Después de todo, para eso sirve la enseñanza de la historia, para crear identidades nacionales cuyos orígenes se remontan en el tiempo. Los manuales escolares franceses, tanto en la Bretaña como en la Argelia colonial, comenzaban con la lección Nos ancêtres les gaulois. Los nuestros, con aquello de Viriato, pastor lusitano.

A propósito del guerrer, me cuentan que este verano en una reunión en la Costera, el presidente de la Generalitat fue obsequiado por un espontáneo con una medalla o pin con la imagen del famoso jinete. El presidente aprovechó para proclamarse el nuevo guerrero, no sé si defensivo u ofensivo, de las tierras valencianas. Con su proclama, conjeturó unas hazañas heroicas para el personaje del ex voto ibérico y se invistió con la gracia del miles gloriosus. El mundo de los símbolos es complejo y entretejido y el guerrero de les Alcusses no deja de ser el mismo que el jinete armado de los viejos chavos.

Yo hubiera preferido como símbolo, el buey con yugo y tiro del mismo museo. El buey de campesinos que ara arriba y abajo y de un lado a otro. El buey que todavía hemos conocido en los marjales arroceros de Silla. Entre guerreros y campesinos, perdonen que no sea heroico, me quedo con estos últimos.