Deja atrás la tristeza y anímate en Telecinco, dice Telahinco en sus promociones. Será porque no ponemos lo mismo mañana, tarde y noche. Será porque te respetamos. Quizá, por eso, Antena 3 es la televisión privada que más gusta a los españoles, dice Antena 3 en las suyas contestando a la primera. Es la guerra. Guerra estúpida entre empresas que luchan por la misma, o parecida audiencia y con las mismas armas, es decir, similares programas. La cadena de la bronca perpetua —la otra noche, con asco incontenible, vi un momento de, perdón, Enemigos íntimos, y me resultó tan irrespirable que tuve que salir por patas sin importarme un estado de alarma más ni un controlador menos que Santi Acosta fuese devorado por los inquilinos de su marranera— sabe a qué clientela se dirige. Antena 3, con armas menos puercas, se dirige a la misma, pero no le da lo que quiere.

Tal como está el negocio hay que apuntar muy bien. ¿Quedan peces en el río turbulento de la audiencia? El caladero que va dejando Cuatro conforme va cuajando la merienda de Telecinco está ahí, y La Sexta hará lo posible por no fallar a los desencantados que se largarán buscando lo que la cadena de Prisa no sólo no acabó de darles sino que ya no les dará jamás. Hasta Iñaqui Gabilondo sabe que con el desmantelamiento de CNN+ acaba su carrera tal como la ha vivido, y hemos gozado, hasta ahora. No es baladí el hecho de que el periodista de referencia español entrara en directo en El intermedio y hablara con Wyoming y Beatriz Montañez explicando que «ni Telecinco tiene sitio para mí, ni yo tengo nada que aportarles». Dijo más, dijo estar decepcionado con lo que está pasando. Y la fiesta sólo ha comenzado. Es hora de La Sexta.