Tras décadas en el olvido, el presidente de la Generalitat se puso ayer formalmente al frente de la manifestación para reclamar el inmediato desarrollo del denominado Corredor Mediterráneo, que se ha convertido en el nuevo objetivo de las reivindicaciones en infraestructuras una vez conseguido el AVE entre Valencia y Madrid. La Comunitat Valenciana está pagando ya haber relegado este proyecto en su listado de prioridades: su rentabilidad social y económica resulta mucho más elevada y decisoria para el desarrollo del territorio. Supone la salida natural y rápida al grueso de la producción industrial y agrícola valencianas hacia Europa, nuestro principal mercado. Sin embargo, una concepción radial en vez de transversal de las comunicaciones en España dio preferencia a la conexión de viajeros con la capital. Es hora de enmendar el error. Y a ello se han puesto ahora manos a la obra políticos y empresarios. Más vale tarde que nunca. No dejaba de ser llamativo ver ayer a Camps asistir el mismo día a la defensa del eje en el Parlamento Europeo y al homenaje en esa misma institución a Loyola de Palacio, la comisaria europea de Transportes que lo desestimó.

Sin embargo, al igual que ocurrió con otras infraestructuras, el proyecto no debe quedar única y exclusivamente en esas manos. Debe ser asumido como propio por el conjunto de la sociedad valenciana, pues con él nos jugamos mucho mapa económico a medio plazo. Y con ese empuje, exigir a los responsables políticos un compromiso firme y perdurable, más allá de intereses coyunturales y del color del Gobierno central.