Puedo obsequiar a un tercero los regalos que he recibido de un primero?, se interrogará tal vez el lector atribulado por la crisis. Nuestra respuesta es afirmativa y tranquilizadora, con la única limitación de no incurrir en el gaffe de que el tercero y el primero sean la misma persona. Se habla en este caso de devolución del regalo, y podría generar algún conflicto protocolario. ¿Se debe comunicar al primero que su obsequio ha ido a parar a un tercero? No, sólo Zapatero y la secta de los buenistas perpetrarían este crimen contra la hipocresía cimentadora del tejido social, que algunos llaman cortesía. Usted deberá darse por satisfecho con la convicción no confirmada de que el obsequiante inicial se sentiría halagado, al saber que su gesto ha hecho felices a dos personas, el intermediario que resuelve un problema de compra y el destinatario final.

En cuanto al hipotético menosprecio al destinatario del regalo de segunda mano, ¿acaso sería más romántico que la porcelana en cuestión procediera directamente de la estantería polvorienta de unos grandes almacenes? De hecho, el regalador profesional compra en bloque, y sólo después asigna arbitrariamente los obsequios a sus compromisos, castigándote con una corbata por creer que no mereces más. Además, el precio justo de un regalo lo coloca siempre el receptor. No voy a enlodarle con más teorías sobre la elegancia social del regalo de segunda mano, vamos con los ejemplos. Según los fanáticos del obsequio intransitivo, nunca habría que besar a otra persona con la técnica que aprendimos de una pareja anterior, ni repetir el socorrido «te amo» que hemos vulgarizado en una docena de ocasiones previas.

Todas las caricias son de segunda mano, y la emoción reside en el fingimiento pactado, en aparentar que no sabemos. Si usted mantiene a estas alturas del artículo que es triste recibir un presente destinado a otro, máxime cuando te lo entrega el destinatario inicial, concluyo que en realidad se lamenta de la pobreza del regalo. Nadie dejaría de aceptar un Cartier procedente de un joyero ajeno, aunque me falta comprobarlo..