Hace poco más de un mes, en el aparcamiento de una empresa madrileña especializada en el transporte de obras de arte, se produjo el robo de un camión recién llegado de Alemania con obras de Chillida, Botero, Tàpies, González y otros. Por número de obras y su valor estimado se trata del robo más importante de arte contemporáneo en muchos años. Todo hacía pensar en un trabajo de profesionales que trabajaban por encargo de algún coleccionista o comerciante sin escrúpulos. Sin embargo, el hallazgo de una de las piezas de Chillida en una chatarrería, que la habría comprado al peso por unos pocos euros, ha permitido la recuperación de las obras y posiblemente la detención de los ladrones. Los detractores del arte contemporáneo han encontrado un filón para sus bromas del tipo miércoles de ceniza, ya que una obra de hierro no deja de ser hierro y en chatarra se convertirá. Quizás este fue el destino de las casi cuarenta toneladas de acero que pesaba la escultura Equal Parallel de Richard Serra, propiedad del Reina Sofía, desaparecida de unos almacenes donde estaba depositada y que hoy deben formar parte de algún puente o estructura ferroviaria.

Los que teorizan sobre la ontología de la obra de arte tienen un nuevo caso que añadir a la lista en la que figurará, sin duda, la decisión de los aduaneros de Nueva York que exigieron el pago de aranceles por la importación del Pájaro en el espacio de Brancusi por tratarse de una pieza industrial fabricada en serie y no de una obra de arte que en nada se parecía a un pájaro. Hubo que esperar a una sentencia judicial histórica que declaraba la existencia de un tipo de arte que pretende representar ideas abstractas en vez de objetos y que la escultura importada era una obra de arte, libre de impuestos por tanto, y no un utensilio de cocina.

Pero no hace falta poner ejemplos de obras de arte contemporáneo. En el ayuntamiento de Cinctorres se utilizaron en siglos pasados unas tablas de madera para reforzar la techumbre y evitar goteras. Sólo que las tablas eran parte de unos retablos góticos procedentes de la primitiva iglesia del pueblo. Las pinturas han podido ser restauradas por la Diputación de Castelló, se han atribuido a Guillem Ferrer o a un taller de Morella de principios del XV y se ha identificado el asunto, en el que destaca un San Pedro in Cátedra, posible retrato del papa Luna.

Los propietarios y administradores de obras de arte han hecho con ellas lo que han querido: recortarlas o ampliarlas para adecuarlas a las paredes que decoraban, modificar los personajes o las escenas para adaptarlas al gusto o moral imperante o simplemente al capricho voluble. Hoy, los poseedores de obras de arte, además de derechos, tienen obligaciones que respetar, y casos como los mencionados no deberían ser posibles. Por eso causa sonrojo que Berlusconi, que se estuca la cara tanto como quiere, haga lo mismo con las obras de arte de su residencia oficial. Si hace unos años sorprendió al mundo ocultando el pecho femenino de La Verdad desvelada por el Tiempo, de Tiépolo, recientemente ha vuelto a hacerlo al encargar una restauración de Venus y Marte, una escultura del siglo II prestada por el Museo de las Termas de Diocleciano, gracias a la cual Venus recupera los brazos mutilados y Marte su masculinidad perdida.