La mejora de las especies exige que las generaciones actuales sean, en general, más altas, más guapas y más listas que las que les precedieron. En ese perfil esférico, casi perfecto, de la juventud actual, en el que no se observan cicatrices de las de haber pasado por grandes batallas, ni se ven signos de lucha de los que dejan huella indeleble, es el que, hablando en términos medios, observo en los universitarios de hoy en España. Todo ha transcurrido tranquilamente, sin sobresaltos, con todas las protecciones y facilidades que proporcionan las familias y el entorno, consecuencia de los buenos tiempos.

Eso, el hábito a lo bueno, desde la óptica de los que hemos vivido tiempos más convulsos, hace que los jóvenes piensen que eso es lo normal, y que lo normal es un derecho indiscutible. Hasta el punto que la cosa llega a ser tan plana, tan sin perfil, que , a veces, da la sensación que, de puro predecible, es hasta aburrido.

En estos momentos tan complicados es preciso que los jóvenes reaccionen ante lo que está sucediendo en nuestra sociedad. Y tienen las herramientas tecnológicas para ello. La situación actual me recuerda cómo la tecnología (a partir de la invención de la imprenta de Gutemberg) propició un movimiento social (la Revolución Francesa) que fue como un tsunami de aire limpio que levantó las estructuras de la época y nos hizo entrar en la modernidad.

Muy recientemente, las redes sociales han demostrado su eficacia contra el cuarto poder en manos de gobiernos tiranos y dictatoriales. Una vez demostrada su eficacia, ¿cuánto tiempo va a pasar hasta que estas herramientas caigan en manos de los que pretenden conformar la opinión para su propio beneficio? Yo creo que no mucho. De lo que estoy plenamente convencido es que lo van a intentar, de la misma forma que en épocas pretéritas se destruían imprentas, se quemaban librerías y aparecían catálogos de libros prohibidos. Ahora en la aldea global es más difícil.

Yo quería hablar de otra cosa pero se me ha ido el clic. Sin embargo, sí tiene relación lo que he dicho con lo que voy a decir. En estos momentos oscuros, a los jóvenes de nuestro país (paro 42%) se les enciende la luz alemana, que precisa de la formación exigente y cualificada como la de nuestros chicos. Nosotros, pensando en ellos y su futuro, les preparamos la maleta, con todo nuestro pesar, para que se vayan a rendir en otro país lo que no hemos logrado que rindan en el nuestro (que es para lo que los hemos preparado con recursos públicos).

De aquí en adelante, nuestros hijos formarán parte de nuestros competidores, y nosotros, responsables sin paliativos de lo que está sucediendo aquí, seguiremos actuando como si no pasara nada, hasta nos atreveremos a mejorar nuestro sistema de ineficacia dulcificando la formación de nuestros universitarios, jugando a la boloñesa salsa donde el éxito se mide únicamente por el número de aprobados.

Los alemanes buscan a nuestros jóvenes ingenieros porque los han probado y saben de su exigente y excelente formación. Y el que se va, en su inmensa mayoría, ya no vuelve porque aquí no tenemos nada que ofrecerles.

Estamos perdiendo nuestro mejor activo: el talento de nuestros jóvenes y se los brindamos en bandeja a nuestra competencia sin ninguna contraprestación. Les sugiero que se lean el último discurso sobre la nación de Obama.