Francesc Colomer renunciará a encabezar la lista socialista por Castelló. Es lógico. Alarte está dispuesto a introducir cambios en la candidatura y él se negó a cualquier retoque. Ha de marcharse. De la candidatura y de la secretaría general provincial. Irse de un lado y no de otro es traducir mal el mensaje. Y el mensaje es éste: Colomer quiso superar el orden de las familias sin entender que fundaba la suya propia y renunció al pacto con las fuerzas vivas del socialismo castellonense. El pacto es la raíz de la democracia. Alarte ha impugnado ambas cosas. Colomer queda deslegitimado. Su error ha consistido en —y parece mentira— asomarse al abismo subordinando el diálogo a su razón personal. A su favor está que más de la mitad de la ejecutiva bendijo los nombres de la candidatura (o que sólo obtuvo el 53%, depende de la lectura). Pero las ejecutivas, en ocasiones, son órganos que han partido de procesos verticales y que no reproducen la distribución de poderes. Basta observar la provincial de Valencia. En todo caso, a Colomer se le hace muy difícil permanecer en la jefatura provincial. La desautorización tras su apuesta ha adquirido excesiva dimensión.

Ignasi Pla. Alarte ha dejado fuera de la candidatura autonómica a Ignasi Pla, ex secretario general y candidato en dos ocasiones a la Generalitat. Hace cuatro años, Pla dejó fuera a Alarte, alcalde de Alaquàs. Hay alguna diferencia. Entre otras cosas, rompe la tradición del partido. En cualquier caso, borrar a ex líder inmediato es de una crudeza poderosa. Casi idéntica a la posibilidad de colocarlo ahora en puestos destacados. La evidencia de que Alarte no lo quiere a su lado es absoluta —su recurso: situarlo en el Consell Jurídic Consultiu—. Ante eso, Pla, en lugar de irse, negocia. Presiona al secretario general para introducirse entre los nombres elegidos. ¿Está seguro de que así afianza su autoridad? El último derecho del hombre es el derecho a marcharse. Pla aparece —porque Blanquerías se ha encargado de que así sea— sobre la imagen velada de un pedigüeño implorando un escaño. El remedio es peor que el mal. Si Alarte lo sitúa al fin en la lista y éste acepta, le habrá pisoteado dos veces.

La deuda. El PSPV debe 5, 3 millones a los bancos. La nueva dirección ha pedido ya dos créditos, de modo que si la deuda rondaba los dos millones cuando se fue Pla, ahora se ha situado en más del doble. En dos años. ¿Cómo se ha disparado el gasto? O mejor. ¿Cómo piensan pagar los créditos? La militancia ha descendido. Unos cinco mil afiliados se han dado de baja. Aunque Blanquerías aumentó la cuota a los militantes, los más indulgentes piensan lo siguiente: tal vez haya que desprenderse de la sede. El secretario de finanzas ha de ser un mago para cuadrar las cifras. Esperemos que el edificio de Blanquerías no acabe también en manos de Bancaja. Sería el mayor símbolo de la crisis, después de la parálisis del nuevo estadio del Valencia.

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