El enfrentamiento armado que se vive en Libia proyecta dudas sobre la continuidad de uno de los megalómanos proyectos de líder libio Muammar al-Gaddafi: el Gran Río Artificial. Libia es, por su situación, una de las regiones más áridas del mundo, con una precipitación anual que oscila entre los 10 y los 500 litros por metro cuadrado. Sólo en un cinco por ciento del territorio la lluvia excede de 100 l/m2 al año. La escasa población de Libia - apenas 5, 5 millones de habitantes para un país inmenso- es consecuencia, en parte, de sus exiguos recursos hídricos. Fuera de la costa la vida es sencillamente imposible y en esta zona los acuíferos sufren graves problemas de sobreexplotación e intrusión salina. La intensa investigación petrolífera realizada en el país permitió el descubrimiento de gigantescos acuíferos en el desierto que el gobierno del coronel Gaddafi quiso aprovechar mediante la construcción de un gran río artificial. Se basa en la apertura de casi 1.300 pozos, la mayoría de más de 500 metros de profundidad y situados en pleno desierto, cerca del Chad, de los que se extrae en la actualidad más de 6,5 millones de metros cúbicos de agua dulce con destino a las áreas de Trípoli, Sirt y Benghasi, a cientos de kilómetros de distancia, a donde llega a través de 4.000 kilómetros de grandes tuberías subterráneas todavía en construcción. Libia ha gastado ya 25.000 millones de dólares sin explorar otras opciones como la desalación de agua del mar, más cara, según el gobierno libio. El problema es que se trata de un agua fósil y por tanto finita que se formó en la última glaciación y que no se renueva. Se calcula que el acuífero tiene unos 75.000 millones de metros cúbicos y que puede suministrar agua durante 50 años. Libia podría quedarse sin petróleo y sin agua al mismo tiempo, con su viabilidad como país seriamente comprometida a partir de ese momento.