La escena musical, igual que la escena política o la informativa, es cambiante y no duradera. Los asuntos son transeúntes a los ojos del espectador, a los flashes de los teleobjetivos. Así, la agenda internacional es igual de cruel: tienes tu minuto de gloria, dispones de una conexión en directo para enviar con la mayor fuerza posible tu SOS al mundo entero. Mientras los vientos de cambio azotan todo el norte de África, los territorios atlánticos de Seguia el Hamra y Río Oro duermen la resaca de los incidentes de noviembre, los mismos que no son más que pasado archivado que servirá para sacar imágenes a la espera de nuevas en directo el día no muy lejano en que el estallido de la bomba de relojería del apartheid marroquí sobre los saharauis vuelva a las calles de el Aaiún.

El domingo 27 de febrero, un centenar de activistas conmemoró el 35 aniversario de la creación de la República Árabe Saharaui Democrática en Bir Lehlu por el Uali Mustafa Sayed. Pocos medios se hicieron eco de esta conmemoración aunque los breves al respecto de la misma ejercieron una cierta vacuna de recuerdo sobre este consumidor de actualidad. Buscar un sitio en la escena es un camino duro, repiten siempre aquellos que lograron llegar a lo mas alto de las listas musicales. Pero sobrevivir al éxito es el verdadero reto ese es el auténtico precipicio. Traducido a nuestra cuestión, podemos formular: atraer la mirada de la comunidad internacional ante un aullido de desesperación cubierta de sangre, viene arrastrado de un río de dolor y sufrimiento difícilmente computable. Seguir en portadas, telediarios o siendo objeto de análisis y opinión supone sin duda que el conflicto abierto perdura, y la continuidad del conflicto en el caso que nos ocupa supone una derrota aplastantemente dolorosa no solo en el terreno policial o militar sino en el ámbito del desamparo de los derechos humanos; una derrota de los principios que inspiran la legislación y los convenios internacionales. Una derrota en suma de la comunidad internacional.

La causa saharaui muere enterrada por la arena del reloj de la actualidad igual que muere enterrado por el desierto el viejo puerto meridional de La Güera. Mientras las miradas se centraban ayer en Túnez y Egipto y hoy derraman lágrimas por Trípoli el Sahara su pueblo y su causa esperan a la oscura sombra del silencio informativo, esperan fuera de escena.