En estos días en los que las desgracias naturales se ceban con Japón, urge reflexionar sobre el papel que la humanidad juega en la naturaleza. En primer lugar, deberíamos tener claro que a pesar de todos los avances científicos y técnicos seguimos siendo incapaces de frenar y minimizar los desastres naturales. Y en segundo lugar deberíamos utilizar la inteligencia y los saberes aprendidos a lo largo de la historia para no añadir más leña al fuego.

¿Qué racionalidad objetiva puede llevar a construir centrales nucleares en un país como Japón situado en una zona de alto índice de terremotos? Son los parámetros económicos que marca el capital financiero internacional y sus pregoneros los que imponen sus razones. Ninguna otra razón que responda al interés por la vida y la supervivencia del planeta puede argumentarse a favor de una energía, la nuclear, que además de ser altamente peligrosa, produce unos residuos que no sabemos donde almacenar.

Resulta indignante oír hablar a algunos tertulianos sobre si los beneficios de la energía nuclear compensan sus riesgos, máxime en estos días en los que un fallo en el sistema eléctrico de una central está provocando una catástrofe de consecuencias incalculables. Sí, un fallo en el sistema eléctrico, que en el caso de la central de Fukushima-1 en Japón fue provocado por un terremoto y posterior tsunami, pero que en cualquier otra central nuclear pudiera producirse por motivos diversos, máxime en centrales muy viejas, cuya vida ha terminado, como es el caso de Cofrentes.

Tan sólo unos días después de que en Alemania Angela Merkel diera la orden de apagar 7 reactores nucleares en sus centrales más antiguas y de que China decidiera paralizar su programa de desarrollo nuclear, el Gobierno del PSOE nos defraudó por enésima vez prorrogando 10 años más la vida de la central de Cofrentes. Una central de 27 años que tenía previsto su cierre el 19 de marzo de 2011 y en la que se han registrado 102 incidentes en los últimos 10 años y 25 paradas no previstas. La duda sobre la seguridad de Cofrentes se acrecienta si recordamos que se construyó sobre una falla, que el Mediterráneo es una zona de actividad sísmica.

La presión del lobby nuclear es muy fuerte. Los que se enriquecen con la energía nuclear y sus voceros, copan los medios de comunicación diciendo que no hay peligro y que toda actividad humana genera riesgos que hay que asumir. Pues no, ya basta, no podemos seguir supeditando vidas humanas a actividades económicas que lucran a unos cuantos e hipotecan las vidas de la mayoría. Las centrales deben cerrarse paulatinamente a medida que son sustituidas por energías renovables.

Las energías limpias de verdad, las renovables, no suponen riesgos añadidos en casos de catástrofes. Invirtamos en ellas y vayamos cerrando nucleares. Reformemos esta sociedad de consumismo salvaje. Apostemos por la sostenibilidad económica, energética y medioambiental. ¿Con que parámetros se mide lo caro o barato? ¿En dólares, euros o vidas humanas?

Candidata de EUPV a las Corts Valencianes