Un año más, este 27 de marzo multitud de países han celebrado el Día Mundial del Teatro en el que se ha asumido como una efeméride para conmemorar y proyectar los valores de la actividad teatral. Nuevamente, diversas iniciativas han recorrido la geografía internacional para celebrar que la realidad escénica está viva y se establecerán mecanismos de reflexión sobre la situación real del sector.

El año pasado aprovechábamos estas líneas para manifestar nuestro deseo de que se establecieran mecanismos de diálogo entre empresas, asociaciones profesionales e instituciones públicas implicadas en la realidad teatral de nuestro contexto geográfico, en lo que consideramos una actividad de responsabilidad política y ciudadana para con los valores que imprime el teatro. Hoy hemos de lamentar que aquel diálogo que considerábamos lógico, responsable y constructivo no se haya producido, y que sigamos con la sensación de una realidad escénica valenciana muy por debajo de sus posibilidades en cuanto a su proyección pública y de alcance al ciudadano; presenciamos una actividad creativa de primer orden que, por diversas circunstancias, no consigue trasladarse a iniciativas que lleguen al público, y en esto la responsabilidad de las administraciones públicas es fundamental.

Pero este año, y ante una situación internacional inestable en la que los conflictos bélicos están adquiriendo un notable protagonismo, no podemos dejar de hacernos eco de la principal idea manifestada por Jessica A. Kaahwa que, desde Uganda, nos transmite el mensaje del Día Mundial del Teatro 2011: el valor del teatro como elemento integrador. El teatro posee la capacidad de convertirse en un medio de difusión de las ideas, más allá de las diferencias de lenguaje y culturas, que se desarrolla con la participación e interacción de los lenguajes escénicos. El teatro, como la música, ha demostrado su capacidad integradora más allá de creencias y nacionalidades; a su vez, la práctica teatral permite una evasión de la realidad diaria, especialmente interesante en contextos desfavorables para el bienestar personal, y el establecimiento de lazos de unión intergeneracional.

La autora del mensaje de 2011 invita a «proponer al teatro como herramienta universal de diálogo, transformación y reforma social». Se trata de una idea que se ha aplicado en múltiples ocasiones en contextos de exclusión social o en comunidades con dificultades de integración, y la gran mayoría de estas iniciativas ha dado resultados muy satisfactorios para el desarrollo de los grupos participantes. El teatro, más allá de su vertiente estética y lúdica, permite promover mensajes de paz y reconciliación. En un mundo cada vez más convulso, y en el que la paz se tambalea cada día, es preciso buscar herramientas que permitan aportar un significado a la realidad cotidiana; las artes escénicas pueden tender puentes entre civilizaciones y, a su vez, construir conciencia y ayudar en el duro trance de superar un nunca deseado conflicto bélico. Ojala hoy pudiéramos sustituir las trincheras por bambalinas; sin duda, el mundo y todos nosotros ganaríamos una importante dosis de dignidad colectiva.