De los 26 partidos que se han presentado en las elecciones del 22-M en la Comunitat Valenciana, seis son formaciones de extrema derecha. Son la sexta fuerza política, igualando a los Verdes Ecopacifistas. En total, 14 concejales y 30.000 votos repartidos en el 90% de los municipios valencianos con la marca de España 2000, Democracia Nacional y Coalición Valenciana como los más relevantes. Su discurso modernizado y xenófobo es capaz de convencer con respuestas sencillas a problemas complejos. Se trata del fascismo en su estado más puro.

En Valencia aglutinan más de 70% de los votos, mientras que Alicante y Castellón se reparten alrededor de un 15 % de las papeletas ultras. La tendencia, como en el resto de España, es hacia la concentración de los votos en dos partidos mayoritarios: España 2000 y Democracia Nacional. Destaca la caída en más del 50% de Coalición Valenciana —autodefinida por el mismo Sentandreu como «foralista, constitucional, conservadora, social y valencianista»—, que acaba de anunciar la suspensión de su actividad como partido político tras el descalabro electoral argumentando la «debilidad ideológica y patriótica de la sociedad valenciana». No obstante, deja la puerta abierta a cualquier colaboración «en cualquier iniciativa política que se tome en el futuro en defensa de nuestro ideario fundacional». Mientras, continuarán mostrando apoyo a sus 10 concejales desde la Fundació Nou Valencianisme y a España 2000.

El tsunami de España 2000 ha acaparado casi la mitad de los votos de extrema derecha en 383 municipios de toda la Comunitat, triplicando sus resultados respecto al 2007. La formación ha estado representada por tres históricos del movimiento: José Luis Roberto, Santiago Bojados Ferrando y Ernesto Milà. Este último ha diseñado la nueva estrategia de los ultras desde su llegada al partido en 2004. Sus resultados han sido espectaculares, tanto en las autonómicas como en las municipales. En Valencia, Torrent, Silla, Alzira, Onda y Dos Aguas superan el 10 % de los votos. Su discurso fácil y populista contra la inmigración se ha adaptado a los nuevos tiempos y ha calado con fuerza en las clases trabajadoras. Sin embargo, se trata de puro nazismo, ya que absorben todas aquellas fobias (racismo, xenofobia, islamofobia) que puedan reclamar la etnia suprema o, lo que es lo mismo, institucionalizar el odio a lo diferente por el simple hecho de serlo. También se han apartado de apariencias socialmente repudiadas, así como actos o símbolos vinculados a su pasado nazi, ultra e incluso franquista.

La cuestión es obtener poder, más financiación e importancia mediática, además de colocar a muchos adeptos para reforzar la confianza en sus líderes. Las elecciones europeas de 2013 son su objetivo. Lo que está sucediendo no es una mera resonancia del pasado. Ha ocurrido en Holanda, Finlandia, Dinamarca y Austria entre otros países de la Unión Europea. Debemos estar alerta ante partidos que degradan la propia política afirmando como valores de la libertad los que son opuestos a la Constitución. No todas las ideas ni los proyectos políticos son defendibles ni legítimos. Y no lo son porque son contrarios e incompatibles con los valores constitucionales. Por mucho que queramos, los hechos no dejan de existir, aunque se ignoren.

?Investigadora en Derechos Humanos e Inmigración. Universitat de València