De todos es sabido que nuestros ecosistemas fluviales tienen numerosos problemas en Valencia. Se habla a menudo de la contaminación urbana y agraria, pero la sociedad desconoce el que quizás sea su problema principal: los ríos han dejado de serlo simplemente porque se encuentran cercenados y represados miles de veces. Es decir, de ser corrientes de agua con sedimentos, flora, fauna y energía en movimiento sometidas a la ley de la gravedad, a la geología, el clima y otros muchos factores, han pasado a ser meros canales para conducir un agua que ha perdido la práctica totalidad de sus funciones ecológicas.

Para devolverle a los ríos algunas de sus características naturales, lo cual produce enormes beneficios como la mejora de la calidad del agua, la minoración del riesgo de inundaciones y el turismo fluvial, se llevan a cabo diversas obras de eliminación de algunas de estas obras, obsoletas ambiental, social y económicamente. Dentro de la Estrategia Nacional de Restauración de Ríos, uno de los mayores proyectos de restauración ambiental de la UE y que cuenta con un gran rigor científico y jurídico, se ha procedido al retranqueo de motas, a la eliminación y permeabilización de azudes, a descanalizaciones y a la recuperación de la morfología original de los ríos. Es en las cuencas del Cantábrico y del Duero donde más se trabaja por la recuperación de nuestros ecosistemas fluviales. En el norte de España se han eliminado 250 azudes y represas abandonados que favorecían las inundaciones e impedían que especies migradoras como el salmón completasen su ciclo vital, mientras que en la cuenca del Duero, con 3.500 obstáculos, se han permeabilizado 200 kilómetros de ríos mediante la demolición de azudes en ruina, 30 kilómetros han vuelto a reconectarse mediante dispositivos de paso para la fauna íctica y se han eliminado 22 kilómetros lineales de motas, a lo que se suma la recuperación de casi seis kilómetros de antiguos cauces y su bosque de ribera. Como región pionera en esta materia, los ríos extremeños también se han beneficiado de estas obras de restauración, cuya mejora es patente pocos años después.

La última década ha supuesto un gran avance en los estudios científicos y técnicos en la materia. En EE UU existe incluso una sección en el US Corps of Engineers y la Universidad de California cuenta con un centro ad hoc, a la vez que se dan cursos de posgrado en algunas escuelas de ingeniería. En ese país, está prevista la eliminación por sus mismos dueños de varias enormes presas y se acercan al millar los azudes que se han retirado sobre todo por cuestiones económicas y de protección civil. En España, la Universidad de Valladolid imparte cursos de restauración fluvial, la Universidad Politécnica de Madrid colabora activamente en la Estrategia Nacional de Restauración de Ríos, la Universidad de Zaragoza acoge el Centro Ibérico de Restauración Fluvial y la ciudad de León será la sede en octubre del Congreso Ibérico de Restauración de Ríos. Otros países europeos que trabajan de modo destacado son Holanda, Rumanía y Alemania, con el apoyo de distintas universidades y centros de investigación.

En ocasiones, hay personas que se oponen a algunas de estas actuaciones de restauración ambiental, principalmente por motivos estéticos y patrimoniales, cuestionables en muchas ocasiones. En cualquier caso, hay modos de compatibilizar la conservación del patrimonio hidráulico permitiendo la recuperación de los ríos, como el abrir una sección limitada al territorio fluvial y proceder a conservar el resto de la construcción, como se ha hecho en el río Salor (Cáceres), separado del Tajo durante dos siglos. En cuanto a los motivos estéticos, casi no nos quedan en Valencia paisajes fluviales. Entendemos que un río no es una sucesión de aguas estancadas ni un mero canal; al contrario: un río con vida supera con creces la importante degradación del ecosistema fluvial existente en Valencia, a la vez que recordamos la obligación jurídica del Derecho de la UE para la consecución del buen estado ecológico de las aguas.

En la Comunitat Valenciana, dicha Estrategia pretende actuar en los ríos Vinalopó, Serpis, Mijares, Júcar, Magro, Verde y Cabriel. En los estudios técnicos presentados se prueban los efectos del troceamiento de los ríos, entre ellos la baja o muy mala calidad de sus aguas y el continuado efecto barrera para la fauna y flora fluvial, así como la retención de sedimentos y energía. En estos cauces tan modificados medran además las especies exóticas. Por otro lado, hay que estar a la normativa de seguridad de presas y al concepto legal y técnico de ruina: ¿quién se hará responsable de su mantenimiento o responderá en caso de daños?

Hay que subrayar que en España sólo nos queda un río de más de cien kilómetros que sigue siendo tal, el río Almonte, en Cáceres. Todos los demás han perdido lo que les caracteriza como accidente geográfico y ecosistema, por lo que han dejado de ser, en palabras de Unamuno, el alma del paisaje. Por estas razones apoyamos estas obras de restauración, junto con la reordenación de las concesiones de aguas, la gestión de la demanda, la correcta atención de las aguas subterráneas —claves en climas secos—, la eliminación de los usos ilegales y la recuperación de nuestros ecosistemas fluviales, que están en verdadero peligro de extinción.