Si le lanza un vaso al suelo, se rompe y se esparce en pequeños cristales. Si se lanzan pequeños cristales al suelo, es imposible que formen un vaso. Sus señorías en las Corts han alcanzado este proceso de entropía coloquial con los nombramientos de los órganos consultivos de la Generalitat. Tal es la chapuza –el desorden suscitado–, que regenerar el Consell Valencià de Cultura, el consejo de RTVV o el Consell Jurídic Consultiu costará años y leguas. ¿No han colaborado sus señorías a rematar el desprestigio que sufre la política al iluminar otro episodio bochornoso? Sin duda. A la degradación de la política –en la que cooperan no pocos medios de comunicación–, golpeada por intereses no representativos, hay que añadir el esfuerzo de buena parte de sus profesionales por hollarla. El resultado es un prefascismo de salón que proviene de ese desdoro que imprimen las elites y que baña la sociedad. Así comenzaron los regímenes autoritarios de la primera mitad del siglo XX irradiados por la depresión económica.

El esperpento de ayer en las Corts no ayuda a cultivar la virtud de la política. Por una parte, Compromís se ha de aclarar de una vez por todas. Sus episodios de indefinición se repiten. Compromís no puede estar en el «sistema» y en el «antisistema» a la vez. No puede firmar un pacto general con los grupos parlamentarios y salirse de él cuando le convenga, y en algún aspecto parcial, a fin de presentarse ante la opinión pública exento de mácula y contaminación. Si pretendía mostrar su desacuerdo, debió retirar a sus candidatos. Por el contrario, sacrificó al único intelectual que acudía al CVC, Joan Francesc Mira, en la pira de su capricho. Se votó a sí mismo, de modo que el PP rompió el pacto. La patada a Compromís la recibió Mira. Cosas del azar en el turno de votación. La hubiera podido recibir Rafa Xambó, quien obtuvo los máximos apoyos al calor de ese acuerdo que se desintegró después como si Drácula hubiera visto el sol.

La chacota, ya institucionalizada, no acabó ahí. ¿Es posible que nadie en el PSPV lea la ley antes de nombrar a sus representantes en las instituciones de la Generalitat? Otro episodio grave, que confirma la escasa consideración que tienen los organismos consultivos para la clase política. Los socialistas designan a un candidato que es a su vez alcalde, lo que es incompatible con el reglamento del CVC. Que una organización política de la dimensión del PSPV no conozca cuáles son los requisitos –y las limitaciones– que poseen los miembros de estos organismos significa derramar otra tonelada de descrédito. Entre otras cosas, porque los viene nombrando desde hace décadas. ¿Acaso no es una carnavalada que Amando Vilaplana escriba en su currículo que pertenece a una «filà» de Alcoi o que Manuel Martín incorpore en su perfil que ha sido el artífice de la consolidación del PP en Segorbe? ¿Se ha abierto el tiempo de la guasa? ¿El PSPV ya no cuenta con intelectuales en su órbita para concederles un lugar en el Consell de Cultura? ¿No conoce a profesionales del audiovisual para formar parte de RTVV? Se salta la ley el PSPV, se la salta el PP. Y el único con intenciones de cumplirla, Compromís, engendra un disparate.

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