Les Arts presentaba ayer su oferta para la temporada 2011-2012, una época de vacas flacas. Era el último coliseo español en hacerlo. Aun así, su propuesta resulta interesante porque no rebaja, al menos sobre el papel, el listón de calidad—hay grandes nombres, tanto en voces como en dirección—, pero sí la forma en ofrecer sus espectáculos. Cuatro de sus títulos serán en versión en concierto, una fórmula que durante años utilizó el Palau de la Música para suplir la carencia operística en la ciudad debido a la ausencia de un contenedor dedicado exclusivamente a la lírica. La presencia de la Orquesta de la Comunitat Valenciana se amplía mediante un mayor número de conciertos como formación sinfónica y en grupos de cámara, una forma de rentabilizar la agrupación musical y equilibrar el abono. Y también aparecen varias reposiciones.

La intendente del coliseo recordaba ayer la situación económica en que se encuentra el contenedor que dirige: un presupuesto global de 25 millones, de los que 18 están garantizados gracias a la Administración autonómica. El resto ha de entrar vía patrocinadores, taquilla y otras ayudas institucionales. De ellos, apenas ocho son para programación, trece se los lleva el personal y el resto cae en manos del mantenimiento del edificio.

Las cifras y el encaje para cuadrar las cuentas no hacen sino reabrir el debate sobre un edificio que necesita de casi cuatro millones anuales sólo para su mantenimiento, el escaso uso social que tiene o la ausencia de planificación que se realizó en su día en cuanto a su diseño, frente a los 385 millones que costó su construcción.