Era 25 de julio de 1986, hace ahora veinticinco años. La instalación de una pequeña vaguada de aire polar marítimo sobre la península Ibérica genera condiciones de elevada inestabilidad en la mitad oriental de la misma desde primeras horas de la mañana, que se mantendrían durante toda la jornada. Poco a poco se va desarrollando un núcleo convectivo de gran actividad que alcanza su máxima intensidad a media tarde ocasionando fuertes chubascos de agua y granizo en la provincia de Albacete, interior de las provincias de Murcia, Alicante y Valencia y en buena parte de la depresión del Ebro e interior de Cataluña. Los peores efectos de estas trombas de agua y piedra se registran en el interior del sureste peninsular. La granizada fue intensa y muy abundante en el interior de Murcia y Alicante, con graves daños en las cosechas de frutales y viñedo en plena campaña en este momento del año. Se acumuló pedrisco de gran tamaño en las localidades de Jumilla, Yecla y Villena, que destrozó campos, tejados de viviendas, vehículos, etc. La intensidad y cuantía de las lluvias causó crecidas súbitas en diversos cauces (ramblas y barrancos) de la cuenca alta y media del río Segura con desbordamientos e inundaciones parciales. El río Segura atravesó las localidades de Murcia y Orihuela con un volumen de agua que resultaba insólito para un mes de verano. Las consecuencias de este episodio estival de inundaciones avivaron la necesidad de la puesta en marcha del Plan General de Defensa contra Avenidas de la Cuenca del Segura, que sería aprobado, por vía de urgencia, un año después, tras la catastrófica avenida del río ocurrida a principios de noviembre de 1987.

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