Hace poco más de seis años, un huracán con sus trombas de agua y la ausencia de inversiones públicas en los diques, dejaron a Nueva Orleans con más de 1.500 víctimas y un paisaje devastado en el que el 80% de sus ciudadanos tuvo que abandonar la ciudad. Su espíritu de reconstrucción es lo que cuenta la serie Tremé, de la que ahora vemos su segunda temporada. La serie refleja la cultura de sus gentes ante las dificultades, la resistencia que les hizo volver a la vida ya que, al regresar a la ciudad, lo habían perdido todo. La esencia de su ciudad, la música, les devolvió la cordialidad y solidaridad para recuperar su ciudad perdida y su forma de vida. Tremé es el lugar del jazz. En él la improvisación y la creatividad parecen fáciles, pero le ha precedido un duro trabajo de arduos ensayos y de técnica depurada. Las fotografías de Will Steacy reflejan en su serie «una afección silenciosa» los edificios de la ciudad infectados de moho que viven una muerte lenta por la acción del Katrina.

En la isla de El Hierro, reserva mundial de la biosfera, ha habido desprendimientos y terremotos. Sus 10.000 vecinos están preparados para la evacuación. Puede pasar cualquier cosa, que vuelva la calma, que haya erupción y sea lenta, que sea en el mar. ¿Habrá erupción o se quedará en nada? ¿Por dónde irá el camino de la lava y las cenizas? El magma puede enfriarse y perder presión. También los lagartos gigantes en peligro de extinción tienen plan de evacuación. Los viejos herreños, después de la emigración del hambre por la sequía de 1948 volvían a la isla para «dar cal al silencio». Es una tierra en la que ha sido duro tirar adelante. Sí, nuestra gente sabe vivir con poco, en la austeridad. Nuestros semáforos muchas veces se han instalado en el ámbar. Como afirma Michael Caine: «Uno nunca deja de ser pobre. El que ha nacido pobre, lo será siempre, es una extraña inseguridad que permanece».

Hemos sobrevivido muchas veces y ahora nos encontramos desconcertados ante el rumbo con el que la UE afronta la actual crisis. Su lentitud y debilidad en la toma de decisiones, sus continuos aplazamientos a la resolución de la deuda griega y su parálisis ante el desmoronamiento de sus miembros más débiles nos desconciertan. Ahora decimos adiós a un gobierno, el nuestro, que ha fracasado en el diagnóstico de la crisis, que ha ido enterrando su previsión de creación de empleo año tras año, que ha asfixiado a la Administración y que parece que sólo intenta salvar al sistema financiero. Se pueden hacer las cosas de otra forma. No se trata sólo de cuadrar las cuentas, la política debe ser algo más.

Salir de la situación exige abrir un nuevo ciclo político después del 20N. Si no, corremos el riesgo de convertir la deuda privada en deuda pública, el servicio público en negocio privado y devaluar la política, ya que no se puede devaluar la moneda. En la nueva etapa debe mejorar la coordinación entre las instituciones del Estado, entre sus comunidades autónomas, ayuntamientos y Gobierno central, en vez de competir entre ellas por ver quién recorta mejor o en la búsqueda del chivo expiatorio. Se trata de hacer sostenible a la vez el estado de bienestar y el estado autonómico para las generaciones futuras.

El próximo domingo, los valencianos celebramos el 9 d´Octubre, día de la Comunitat Valenciana. Nos aferramos en cada 9 de octubre a nuestra historia, a la trayectoria democrática de nuestro pueblo. Ahora hay que hacer viable el Estatuto de Autonomía enmarcado en la Constitución del 78, desde la defensa de nuestras instituciones autonómicas. Es el primer 9 d´Octubre de Alberto Fabra como presidente de la Generalitat. Un nuevo inicio que coincidirá con el nuevo gobierno surgido de las elecciones del 20N. El gobierno central debe ser solidario con la Comunitat Valenciana porque «todos somos Estado». En un horizonte difícil, entre la austeridad y la quiebra, no estamos muy alejados del diagnóstico de Philip Gould, consultor político británico: «Porque ahora la división no es entre el partido laborista y el partido conservador. Es entre política y anti-política. El estado de ánimo dominante es anti-político. Eso es lo que se impone a todo».