Escribir, como hablar, es un ejercicio de comunicación. Siempre hablamos con otro, que nos escucha y a quien a su vez hemos de escuchar, para que exista un diálogo. Por el contrario, escribir es un hablar incierto, una manera de abrir nuestro corazón a un interlocutor que está ausente y que, incluso, corremos el riesgo de no encontrar. Hay quien escribe un diario íntimo, aparentemente para guardar sus sentimientos y pensamientos pero, en realidad, con la esperanza de que alguien lo lea y entienda su dolor y su amor. No dejen de leer «La llave» de Junichiro Tanizaki y sabrán de qué les hablo. Escribir una novela, un poema, o un ensayo es la manera que tenemos los humanos de crear historias jugando con las palabras o de profundizar en nuestro conocimiento a través de la argumentación. Pero, ¿qué me dicen de este oficio de opinar? ¿Es realmente una columna de opinión un diálogo? ¿Qué pretendemos aireando nuestras opiniones sobre los acontecimientos políticos, las decisiones económicas, la conducta de nuestros semejantes o la marcha de las instituciones? En alguna ocasión he sostenido que escribo para argumentar, para convencer a mis lectores de mis propias opiniones e incluso, como ejercicio de mis derechos de ciudadano, para influir en quienes tienen obligación de tomar las decisiones políticas. Algún lector amable me ha comentado que gusta de este ejercicio de sintetizar un argumento en quinientas palabras y la verdad es que, aunque sólo fuese como desafío personal, les aconsejo que traten de hacerlo… pero todo lo anterior carece completamente de sentido si no hay alguien que lo lea.

Por eso encontrarán en cada firmante de estas secciones una persona agradecida al tiempo que invirtieron en leer nuestras opiniones y, no lo duden, cuando nos hacen llegar sus puntos de vista, sus coincidencias o desacuerdos, es cuando realmente se completa este ejercicio de comunicación que es una columna de opinión. Ya ven, lo de escribir es a veces una pasión creadora, como le ocurre a mi querido amigo el Prof. Jose Manuel Cano Pavón, de la Universidad de Málaga, que amén de varios centenares de artículos científicos en el área de Química Analítica tiene publicada casi una veintena de novelas y cuatro monografías históricas. En ocasiones un regalo para los sentidos (No dejen de leer los poemas de Alberto Escarpa, otro colega de la Química Analítica de la Universidad de Alcalá de Henares) y en otros casos puede ser un acto de rebeldía, simplemente para que no callen nuestra voz los que prefieren seguir consignas que argumentar. Pero lo cierto es que escribir siempre será un hecho fallido si no somos capaces de conectar con el lector que es, siempre, el que cierra todo argumento o acto de creación.