El partido UPyD, cuya cabeza visible aquí es Toni Cantó, se ha quedado fuera de los debates televisivos (y televisados). Apenas levanta un gato por el rabo en estos contornos, pero posee representación en el Congreso. Y las elecciones son generales. Ni la izquierda ni la derecha han protestado contra la exclusión. Desde el punto de vista ideológico, es comprensible. Desde el punto de vista estratégico, también. ¿Desde el punto de vista democrático? La postergación es condenable, como lo es que los partidos no hayan seguido al PSPV en este caso: debates abiertos y flexibles, sin el filo del tiempo amenazando las testas de los actores. Dicho esto, lo cierto es que los debates en Canal 9 no los ha de ver ni el propio director general. Si la pelea entre los partidos para acomodar las leyes del encuentro no la tomamos como síntoma, estamos perdidos. Dado que la campaña es una ilusión, al menos los partidos han producido algo de ruido, alguna discusión, una leve controversia.

Cómo tocar el violín. En lo único que se pusieron de acuerdo Zapatero y Rajoy en la legislatura que acaba –constituciones al margen– fue en suprimir las cajas valencianas de la faz de la tierra. El mapa que dibujaron resultó hostil para esta autonomía. Pero, claro, no podían tocar el País Vasco. Ni por supuesto Cataluña. Tampoco Galicia. ¿Qué tal, pues, la periferia valenciana? Indígenas muelles y vencidos. Camps, por los tribunales. Alarte, sin voz. Los empresarios, dimitidos. ¿Qué tal Valencia? Rato ya divisaba el mundo desde la cúspide de Caja Madrid . El resultado está a la vista. La CAM, volatilizada. Bancaja, sin habla. Y el Banco de Valencia, arrastrado al altar del sacrificio azteca. Al final, en la geometría financiera española, los valencianos hemos tocado el violín. El violín y el tambor. Mientras ilustres empresarios de aquí preparan informes acusatorios para que el lodo flote sobre dignos cuerpos de industriales y egregias cabezas de banqueros aborígenes, Rato se sienta con Fainé ante una copa de cava contemplando la carnicería valenciana como un esteticismo más. «El peso de Bancaja se va a mantener», dijo ayer el presidente Fabra. O Fabra pone orden en la gallera económica autóctona o los titulares del dinero acabarán retándose por la calle con pistolas de oro. Calma.