El imprescindible Martin Gardner sostiene en La ciencia. Lo bueno, lo malo y lo falso que es inútil imponer controles a la difusión de la pseudociencia, y que los argumentos no pueden con las creencias porque es como intentar escribir sobre agua. Si un fundamentalista protestante está convencido de que la Tierra fue creada hace seis mil años y de que todos los fósiles constituyen registros de la vida que floreció antes del Diluvio Universal, nada de lo que se le diga ejercerá el más mínimo efecto sobre sus creencias. Por eso, ante las excentricidades pseudocientíficas Gardner adopta el consejo de H. L. Mencken: una carcajada vale por diez mil silogismos. Más allá de la vida (Telecinco, claro) es un insulto a la razón en el que la farsante Anne Germain simula poner en contacto a famosos imbéciles con sus seres queridos muertos. La semana pasada, Ana Obregón apuró las últimas gotas de dignidad que le quedaban al mostrar su rostro compungido mientras nos quería hacer creer que, a través de la farsante, entraba en contacto con el alma o lo que sea de Fernando Martín, el jugador de baloncesto muerto en un accidente de tráfico con el que, según parece, la grimosa Ana había tenido una relación. ¿Qué se puede decir de este espectáculo? ¿Qué argumentos harían ver a los fundamentalistas del «todo vale» que Más allá de la vida no es ni siquiera una aberración pseudocientífica, sino una basura inmoral, un fraude a los espectadores? Es inútil hablar de control. Pero mientras Obregón se esforzaba por parecer emocionada y la farsante improvisaba frases perfectamente ridículas, un letrerito nos advertía que «a continuación, Anne Germain intentará contactar con algún familiar fallecido de Chiquito de la Calzada». Y hasta ahí llegó el cabreo. ¿Control a la difusión de basuras como Más allá de la vida? No ¿Argumentos contra el «todo vale»? Tampoco. La solución está en la carcajada. Más allá de la vida es un programa de humor.