Mi paso por la política ha sido la peor y más ingrata experiencia de mi lado público. No lo digo con rencor pero que no esperen los que deban de darse por aludidos que a uno se le olvidarán fácilmente las patadas, maledicencias, embustes y calumnias de las que ha sido objeto.

Dicho esto, y a lo que iba, el lunes empieza el juicio con jurado de Francisco Camps por el «caso de los trajes». Al que leído esto ya concluya sobre la insignificancia de «los cuatro trajes» le anticipo que no sólo será este el juicio que tenga que soportar ya que el futuro le deparará otros con mayores y más graves responsabilidades. Los trajes traerán armarios de corrupción de una etapa especialmente siniestra marcada por el endeudamiento público, la mala gestión, el catalanismo y el despilfarro. Este será el epitafio de la triste etapa política de Francisco Camps.

Camps va a ser juzgado y todo apunta a auténtico «reality» judicial y político donde el expresidente de la Generalitat Valenciana va a probar la amarga medicina de la soledad y el abandono de los propios que, a rey muerto rey puesto, saben que acercarse por las inmediaciones de la Glorieta y el Parterre les va a suponer un tremendo, y perfectamente evitable, desgaste personal.

Como he vivido en carnes propias situaciones tan tremendas como esta, pero con la salvedad de mi inocencia que rápidamente certificó la justicia, sé de la amargura que estará pasando la familia de Francisco Camps. Cuando a uno lo llevan ante la justicia por situaciones manifiestamente falsas, y aunque se sepa del todo inocente, nunca descarta la posibilidad de que la injusticia se haga sentencia debido a las tremendas presiones policiales que sufre el procedimiento y, con ellas, los diferentes intereses personales y políticos del funcionario de turno.

La diferencia, insisto, es que Camps es, a mi entender, manifiestamente culpable. Pero la más grave responsabilidad de Francisco Camps no será ya la de su miserable aceptación de unos cuantos trajes, ni incluso el ser, en su caso, el jefe o artífice de una trama de financiación ilegal del PP. La verdadera responsabilidad reside en haber sido un mal gestor político con las tremendas consecuencias colectivas para nuestra Comunidad. Y ese es el juicio que a mí como valenciano me interesa. Por eso, pese a la distancia que siempre ha habido entre los dos, creo que el linchamiento al que va a ser sometido con toda la parafernalia mediática que el acontecimiento promete, no me parece justo ni para el ni para los suyos.

Yo creo que a Camps hay que juzgarlo, en efecto. Pero el juicio que a mí me interesa no es ese. Creo que a Camps hay que juzgarlo políticamente y de manera severa. Y me gustaría que así lo hubiera hecho, o lo haga pronto, la sociedad valenciana que hasta ahora no ha tenido otra ocurrencia que el premiarlo irresponsablemente con votos a un Partido Popular que no merece seguir gobernando una Comunidad Valenciana a la que ha empobrecido gravemente haciéndole perder todos los resortes de poder político y financiero y condenándola a una deuda pública que soportarán sobre sus espaldas muchas generaciones de valencianos que no llegarán a entender cómo se ha podido despilfarrar tanto en tan poco tiempo. Que los valencianos hagamos como lo que los españoles hemos hecho con Zapatero, y al que la historia le tiene reservado el juicio implacable que también merece.