Sometidas a juicio público las comisiones de Urdangarín, casado con una de las hijas del Rey, podemos decir que en España la justicia es igual para todos. Gran país que, por fin, ve cumplido el sueño del buen gobierno. Y puestos en ese camino, sugiero un calvario redentor para el chaval que jugaba a balonmano y se convirtió en experto analista de métodos, consultorías e informes.

El yerno del Rey hablará ante el tribunal y dirá lo que tenga que decir. Sus abogados gastarán las estrategias que crean mejores, pero tengo para mí que la única redención real de este chaval, aquello que de verdad le haría reconciliarse consigo mismo, con el mundo y con Dios, que está un poco más alto que su padre político €aunque en España no lo parezca viendo cómo un presidente votado por las urnas se inclina ante otro humano€, la única redención, digo, es decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, desprenderse de las riquezas conseguidas de forma poco ejemplar, devolverlas a las gentes con necesidad y pedir perdón. Lo otro, el escurrir el bulto, el gastar saliva en estrategias de huida, no le conducirá a ninguna parte. Pueden conducirle a la libertad pero no le liberarán de su pena.

«A mí me daban dinero por ser quien era y me enriquecí sin trabajar por ser quien era, y reconozco que si no hubiera sido por ello no tendría los millones que tengo ni las casas que tengo. Así es que caí en la tentación de la avaricia; me olvidé del recto proceder, turbé mis sentidos y utilicé el dinero de todos en beneficio propio, usando además entidades con fines benéficos. Merezco el justo castigo del pueblo. Lo acepto con humildad y cumpliré mi penitencia». El hombre no está obligado a señalar a nadie, pero sí es exigible moralmente denunciar que ha visto muchos comportamientos poco recomendables y que, quizás llevado por malos ejemplos, no tuvo la firmeza para ser firme en la honradez. No pudo ser un limpio espejo para el pueblo que le paga. Con eso que dijera, ya habría dicho bastante.

Y si está enamorado de su esposa, que seguramente lo estará de tan guapa mujer, respirará tranquilo y saldrá de la sala reconfortado, acompañado de su esposa e hijos, más unidos que nunca. Y, además, pasará a la Historia.

€Oiga, eso sería suicidarse€ y no está obligado a hacerlo.

€Está usted equivocado. Eso sería su salvación ante el pueblo y ante su conciencia. Es joven, tiene mucha vida por delante para disfrutar de lo mejor de ella. Estará entre rejas un tiempo mínimo y regresará a la sociedad para ser un hombre de bien, un honrado ciudadano. Podría ser dueño de un taxi o aprender el oficio de zapatero, empleo que envidiaba Felipe II. ¿Acaso no podemos creer en la redención? Todo hombre tiene derecho a equivocarse y a limpiar sus culpas y ser admitido como persona de bien.

€¿Y cree usted que eso evitaría las maledicencias?

€No, desde luego. Ya sabemos que no hay personaje público o privado que no esté expuesto a ellas, pero su conciencia, que es lo importante, estaría limpia y ganaría el color de su cara. Últimamente lo tiene demasiado apagado.

€¿No ha pensado usted que este artículo es en sí mismo una maledicencia?

€ No hay otra intención en el mismo que una reflexión para todos aquellos que en estos tiempos de tribulación se encuentran en tan grave trance para su honradez. Si es culpable o inocente, nadie mejor que su conciencia para saberlo. Ante ella y el pueblo debe dar cuentas. Sólo ella le traerá la paz y la justicia.