El locutor conservador Michael Savage hacía esta semana una inusual oferta a Newt Gingrich.

"Newt Gingrich no tiene posibilidades de salir elegido", decía Savage del improbable nuevo favorito por la candidatura presidencial Republicana. "Por tanto, ofrezco a Newt Gingrich 1 millón de dólares por abandonar la campaña presidencial por el bien del país".

¿1 millón de pavos? Venga ya, hombre.

Gingrich ganaba 1,6 millones de dólares siendo el lobista -- estoooo, el historiador -- de la hipotecaria Freddie Mac. Pide 60.000 dólares por discurso, según su propio relato presuntuoso. Al parecer ha generado 100 millones en ingresos obtenidos a base de mover sus contactos en Washington.

Ofrecerle 1 millón por abandonar la campaña presidencial es el equivalente político a que el Dr. Evil de Austin Powers secuestrara al mundo por un milón de dólares.

Pero si Savage se queda a unos cuantos ceros del precio de Gingrich, su intuición es correcta: Gingrich y sus rivales están desde luego a la venta. La campaña por la candidatura presidencial Republicana se parece muchísimo a una subasta de caldos en Christie's, mientras los candidatos aceptan, y presumen, de cifras más allá de la imaginación de la población a la que van a atender.

"Le voy a decir algo. ¿10.000 pavos? ¿Apostamos diez mil?" proponía Mitt Romney a Rick Perry en su ya infame tentativa de resolver una disputa en torno a la reforma sanitaria en el debate del sábado.

Criticado por tan elevada cantidad, Romney aparecía en Fox News para decir que Gingrich debería de devolver los 1,6 millones de dólares cobrados de la hipotecaria Freddie Mac. Eso llevó a Gingrich, transcurridas apenas unas jornadas de su promesa de permanecer "implacablemente positivo", a insinuar que Romney debería devolver "todo el dinero ganado a base de arruinar empresas y despedir plantilla".

El favorito positivo también lanzaba una puñalada a Perry, diciendo del veterano funcionario público: "No concibo que pueda cubrir una apuesta así".

Para la mayoría de los estadounidenses, no tener 10.000 dólares de sobra no se considera un defecto de carácter. Pero Gingrich es distinto: socio del Trump National Golf Club de Donald Trump, presumía en campaña hace poco que no tenía que ser lobista porque se estaba haciendo de oro haciéndose la peregrinación de los discursos.

Romney no puede utilizar lo de los 100 millones de Gingrich, ni la línea de crédito de medio millón de dólares de éste en Tiffany's, porque su propio patrimonio es de 264 millones de dólares y sus discursos se cotizan a 68.000. Si las multinacionales son personas, como dice Romney, él está en su salsa -- y su enorme reserva para la campaña es la principal razón de que siga teniendo bastantes posibilidades de derrotar a Gingrich.

El Presidente Obama (patrimonio: hasta 11 millones de dólares) sin duda disfrutaría dando cuenta de ambos caballeros, aunque la diversión se vería aplacada por su propia lucha por recaudar 1.000 millones de dólares para su campaña, algo más de los 750 millones de la última vez. Por ahora, la tarea de encargarse de los plutócratas recae en el candidato Republicano Jon Huntsman, cuya nueva página web, www.10kbet.com, muestra una fotografía de Romney y sus colegas en la empresa Bain Capital haciendo el tonto con el dinero.

Que Huntsman siga esta línea de ataque es algo rico (patrimonio neto: entre 16 y 71 millones de dólares), como dice Romney. Pero el problema no es el patrimonio de los candidatos ni su liquidez en campaña. Es la impresión que están dando de que los intereses corporativos están obteniendo algo a cambio del líquido que están aportando y el patrimonio que están construyendo.

Hasta el relativamente pobre Perry se metió en problemas al principio de la campaña por apoyar la vacunación obligatoria del virus del papiloma humano después de que el fabricante de la vacuna, farmacéuticas Merck, hubiera donado dinero a su campaña. "Si está usted diciendo que se me puede comparar con 5.000 dólares, me ofende", decía.

¿Pero se le puede comprar con los más de 28.000 que obtuvo realmente de farmacéuticas Merck? ¿Y los miles de millones generados ya con regularidad en donaciones de campaña -- 4.000 millones de dólares prácticamente solo en las elecciones de 2010 -- podrían tener algo que ver con todos los privilegios que sacan las multinacionales solícitas? Aunque vincular las intervenciones concretas del estado a las donaciones de campaña es difícil, no hay duda en abstracto de que las patronales pueden comprar a los candidatos por una inversión modesta.

En comparación con los 4.000 millones, el millón de Michael Savage no compran gran cosa: a lo mejor un traje a medida nuevo para Ron Paul, un bonito regalo de Navidad a la mujer de Herman Cain, o un colchón lo bastante mullido para que Sarah Palin no tenga que sacarse de la manga otro reality.

En los últimos días, el mendicante Senador independiente de Vermont Bernie Sanders proponía una forma de salir de este caos: una enmienda constitucional que ilegalice las donaciones corporativas de campaña, invalidando de forma legal el fallo del Tribunal Supremo en el caso del colectivo Citizens United.

Diez mil pavos dicen que la idea acaba en agua de borrajas.