El invierno astronómico comenzó el pasado 22 de diciembre con el solsticio que indica el cambio de estación. No deja de ser curioso que a partir de esa fecha, en la que empiezan las semanas teóricamente más frías, cada día dure un poquito más que el anterior y la noche empiece a ceder terreno a las horas de luz. Podríamos suponer que, precisamente por ello, debería dejar de hacer frío y el aumento de la radiación solar contribuya a que suban las temperaturas, pero no. Para eso hay que esperar a la segunda quincena de enero y al mes de febrero, en el que el invierno suele aflojar salvo cuando la circulación atmosférica nos envía de regalo alguna oleada de aire polar. Ahora y durante las primeras semanas del año lo que sucede, en primer lugar, es que el mar y el suelo están muy fríos y mantienen muy baja la temperatura del aire que está en contacto con ellos. Además, a pesar de que el día crece paulatinamente en su duración total desde el reciente solsticio, la primera semana de enero es la del sol más perezoso del año. Son los días en los que el astro rey tarda más en amanecer y lo notamos por la mañana al salir de casa, y eso que en la zona mediterránea somos los primeros en recibirlo. A la gente de Castilla y León y Galicia el día aún les llega más tarde, ya que, por ejemplo, en Pontevedra el Sol sale casi tres cuartos de hora más tarde que en Castelló en esta época del año.

de mil pueblos.

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