En poco más de diez días al mando del Gobierno de España, Mariano Rajoy ha obligado a Alberto Fabra a desmantelar el Estado de Felicidad que primero Eduardo Zaplana y después Francisco Camps implantaron en la Comunitat Valenciana para disfrute de una buena parte de los ciudadanos y para gozo electoral de su partido. Hasta la celebración de la prueba de Fórmula 1 en el circuito urbano de Valencia —eso que todo el mundo pone de ejemplo cuando hay que eliminar un gasto para atender otro más urgente, subjetivamente hablando— está dispuesto a liquidar el presidente de la Generalitat después de que su jefe de filas en Moncloa le haya salvado las cuentas con un aval verbal que frenó una denuncia por un impago. ¡Ya podía haber estado Rajoy más vigilante, que mandaba sobre el PP valenciano también cuando era líder de la oposición! Por desgracia rió durante años las ´gracias´ mediterráneas. Incluso cuando alguien que ahora llora quiso crear una Ciudad de la Euforia.