Ustedes perdonen si con la monserga de la memoria toco las gónadas a algun@, pero no puedo ni quiero evitarlo, precisamente por las fechas en que estamos, en las que otros siguen con algo más que una monserga: desmontando los avances sociales que nuestros abuelos y padres lograron tras décadas de luchas y sacrificios. Descuiden; no voy a hablarles de repúblicas ni víctimas enterradas aún como animales por cunetas y barrancos. No les recordaré que miles de personas ya ancianas han pasado otras navidades invisibles y en la exclusión, sin poder honrar a sus difuntos asesinados por la misma libertad en que nosotros comimos plácidamente las uvas.

Hoy quiero reflexionar sobre otra memoria, defensa necesaria ante lo que ya apunta el partido que acaba de trincar de nuevo el poder, encargado de terminar la faena en España en nombre de los nuevos dictadores que amenazan la libertad personal de millones de ciudadanos. La nueva dictadura que nos amenaza es la de los mercados, decididos a acabar con toda una época en que los trabajadores y clases medias consiguieron avances sociales como nunca el mundo había vivido, enmarcados en el concepto socialdemócrata de Estado del Bienestar.

Millones de europeos creyeron que ese era el estado natural de las cosas, conseguido para siempre. Craso error; desaparecido el primo de Zumosol, aquella terrible Unión Soviética que era lo único que les sujetaba, era cuestión de tiempo una reorganización y pase a la ofensiva de los poderes que durante la hegemonía socialdemócrata no tuvieron más remedio que tragar. Desaparecida aquella Democracia Cristiana con la que eran posibles compromisos sociales que se respetaban, con el retorno de la Iglesia casi preconciliar y retrógrada de Juan Pablo II y el Opus, llegaron aires de revancha y liquidación. Nuevas derechas thatcherianas o berlusconianas despiadadas y poco fiables decidieron ponerle un frac al mendigo para reírse de él sacándole lo poco que tenía; ahora se lo quitan para que el mendigo vuelva a serlo y parecerlo.

Para que esa dictadura pueda implantarse, es necesario que el mendigo olvide el frac que en los ochenta le pusieron los mismos que se lo quitan en el siglo XXI, incluso que asuma de buen grado ir de nuevo con el culo al aire por la vida. No ha de tener memoria de los tiempos vividos; educadores y divulgadores adeptos deben hacerle olvidar aquel Estado del Bienestar donde tenía derechos y dignidad.

Nuestra propia memoria es el escollo; lo que hemos vivido se está convirtiendo en materia peligrosa, testimonio subversivo ante tanto recorte y renuncia de que son víctimas nuevas generaciones desmemoriadas a las que debemos dar testimonio de que otra sociedad fue posible y real, aunque mejorable e imperfecta. La memoria de lo vivido será instrumento fundamental para evitar la selva ultraliberal, fría y sin principios que nos quieren implantar; si el mendigo olvida y no resiste, pronto envidiará a sus padres.

¿Quién es el mendigo? No mires a los lados, ni al vecino: lo tienes frente al espejo.