No hace mucho, asistí a una cena que acabó de aquella manera. El dueño de la casa puso mucho énfasis en defender que había que acabar con los convenios colectivos, que así no íbamos a ningún lado, y uno de los invitados dejó a un lado la buena acogida que le habían dispensado y vino a decirle que qué manera tan mona de fundirse por las bravas los avances sociales que tanto ha costado alcanzar. El resultado fue que, sin que apenas nadie se percatara, la anfitriona optó por retirarse a los aposentos antes de que se armase la marimorena. Como aún quedan en estas fiestas sobremesas a las que sobrevivir, voy a lanzar al aire un par de preguntas por si actúan de anticonceptivos. «Si conociera a una mujer embarazada que padece sífilis y tiene ocho hijos, tres de ellos sordos, dos ciegos y uno con retraso mental...¿le recomendaría que abortase?». Sigamos. «Se va a elegir a un nuevo líder mundial. El primer candidato fue asociado con políticos corruptos, consultó a varios astrólogos, tuvo dos amantes, fumó como un carretero y se cascaba entre ocho y diez martinis diarios. El segundo fue despedido en dos ocasiones de su trabajo, solía estar durmiendo hasta el mediodía, consumió opio en la universidad y todas la noches engullía una botella de guisqui. El tercero fue un héroe de guerra condecorado, vegetariano, que no fumaba ni bebía ni se le conocían relaciones extramaritales. ¿Por cuál de los tres candidatros votaría?». Piénselo detenidamente... ¿Ya lo tiene claro? Pues el primero es Franklin D. Roosevelt; el segundo, Wiston Churchill y, el tercero, Adolf Hitler. Por cierto, si a la pregunta sobre si recomendaría que aquella mujer se practicase un aborto respondió que sí, acaba de matar a Beethoven». Simplemente es por si, la próxima vez, queremos pensárnoslo antes de pontificar.