Parece que la crisis está siendo utilizada también como pretexto para otras cosas. Barra libre para cualquier tropelía o ajuste de cuentas; sálvese quien pueda; los banqueros y los fondos de inversión, primero. Como mandar al exilio al director de informativos de RTVE quedaría algo escandaloso, qué mejor manera de cargarse la tele pública que metiéndole un tijeretazo salvaje y sin anestesia de doscientos millones.

No digo yo que RTVE deba de tener bula a la hora del recorte nuestro de cada día, pero sospecho que en este caso debe de haber resultado muy placentero practicarlo. Las cuentas de la nueva corporación nunca llegaron a cuadrar porque el plan de financiación de Zapatero sólo quedaba estupendo sobre el papel. Eran los tiempos del realismo mágico de la Moncloa, y había urgencia por quitarle a TVE la publicidad y echar así una mano a las amistades audiovisuales de ZP, antes de que la marea de las fusiones se los tragara, como al final ha sucedido.

También se perpetró a conveniencia la orgía digital, invocando la pluralidad, santa palabra, para acabar finalmente calcando el bipartidismo en la TDT privada; dos grandes grupos y, el resto, el que no ha cerrado aún la tienda terminará traspasándola a los chinos dentro de nada.

Así que todos tienen mucha prisa, cuando se trata de RTVE. Los de Rajoy podían haber esperado a que se aclarara el mapa financiero de la empresa. Pero cada telediario cuenta, y últimamente son todos terroríficos, no porque en Torrespaña se hayan pasado al «gore», sino porque la realidad del vecindario es cada vez más pavorosa, y los noticieros de TVE la retratan sin condimentos ni perifollos.

Cuando los de Rajoy eran oposición ya les tenían muchas ganas, y ahora que son poder se comprende que pasen de los deseos a los hechos. Todos somos humanos, algunos demasiado, y yo me imagino que en su lugar haría lo mismo. Basta con ver las noticias en la pública para entender que esa televisión no se puede aguantar ni un solo día más, porque retrata sin manías la dramática situación del personal más indefenso en las horas de máxima audiencia. No es lo mismo empezar un telediario con los titulares de la depresión económica, que en boca de Soraya quedan divinos, que abrir las noticias con los rostros angustiados de personas que se han quedado sin nada. Lo primero resulta poco novedoso. Lo segundo te encoge el alma y te obliga a ser más exigente con los que mandan.

Si no se subsana con el retorno de la publicidad, el recorte de los doscientos millones es una manera muy fáctica y muy discreta también, con la crisis devorándolo todo, de cargarse el último reducto televisivo de la seriedad y la sobriedad informativas. No tenían bastante con ahorrarse el sueldo del presidente de la corporación, que sigue sin ser nombrado y que requiere un consenso con la oposición que lo mismo puede tardar tres semanas como tres años. Zapatero quiso quitarle gas a TVE para echar un cable a sus amistades, que al final han acabado abducidas por Telecinco y Antena 3. Y Rajoy aspira ahora lo mismo para ponerle un bozal a los hechos.

En la programación de TVE queda mucho por reformar, pero lo que pretenden los recortadores es que los telediarios abran con estadísticas y pronunciamientos oficiales, y no con españoles que la crisis ha dejado sin futuro, o dramáticamente varados en la miseria. Esas imágenes desoladoras sólo calcan la realidad, pero deben de resultar indigestas para cualquier presidente de gobierno. Y más en los tiempos amables de la sobremesa, en la hora del puro de Mariano Rajoy.