En la Valencia clásica había abundantes cargos políticos: Jurat en Cap, Justicia, Deputats, Batlle, Síndic, Gobernador… pero por encima de todos estaba el virrey, representante directo del monarca y verdadera autoridad soberana. Lo que no hubo nunca fue President de la Generalitat, ni Delegado del Gobierno. Esta semana nos hemos enterado que Valencia vuelve a tener un virrey, José Manuel García Margallo, en virtud de la delegación ministerial de Rajoy. Es sintomática la foto de portada de Levante-EMV donde el virrey le marca los tiempos a Alberto Fabra, mostrándole satisfecho su reloj.

Conocí a Manuel Fraga hace treinta años. Era la campaña electoral de 1982 de la coalición popular con demócratas, liberales y el bebé Unión Valenciana. Baltasar Bueno era el Jefe de Prensa hasta que se lo prohibieron en su periódico, y luego entró Pelejero de Levante-EMV a sustituirlo. A mí me encomendaron tareas de seguimiento para elaborar notas oficiales. El día de la visita de Fraga fue apoteósico. Se le programaron una docena de mítines empezando por Sagunto hasta acabar en Alboraya. En cada pueblo hablaba diez minutos y deslumbraba a sus seguidores. No repitió ni un discurso, ni un concepto, en cada mitin. Además en cada lugar aludía a algo exclusivo del pueblo. O en su cabeza había una enciclopedia o en el coche tenía un asesor que le iba «soplando» los temas antes de cada parada. Lo único que repitió Fraga en todos los actos fue el «Para ofrendar nuevas glorias a España». El verso de Thous era el estribillo común. Treinta años después todo sigue igual y nuestro ministro nos lo ha repetido en su primera intervención pública, para que no se nos olvide.

Aparte soltó varias perlas. Reivindicó su condición de paracaidista o cunero desde 1982, y su compenetración con Abril Martorell, cuya única misión en Valencia fue la desarticulación de las energías valencianistas emergentes, tarea en al que triunfó plenamente con la colaboración de los propios implicados.

«Nuestro» ministro tenía una oportunidad dorada para convertirse en el Mesías esperado. Su discurso podía haber anunciado medidas urgentes desde el gobierno de España para reflotar la Generalitat Valenciana: «Como Zapatero fue tan pérfido con ustedes, a partir del 1 de enero vamos a transferirles todo el dinero que aquel malvado les regateó. Desde hoy cobrarán inmediatamente los discapacitados, los maestros de escuelas concertadas, los farmacéuticos y todos aquellos inocentes que están sufriendo las consecuencias del desastre socialista. Además, como Ministro de Asuntos Exteriores, me ocuparé de que las empresas valencianas lleguen a todas partes y que las naranjas del Reino se coman hasta en Moscú, como en época de los zares».

Pero muy lejos de estas intenciones nos propuso, con el aplauso general: «Vayan cerrando las oficinas en el exterior, que generan mucho gasto, pues nos basta y sobra con las embajadas de España». Y lo más dramático es que el diputado Baldoví todavía no le ha presentado una interpelación en el Parlamento para que lo aclare. Así van las glorias de España.