Todos vivimos en un escenario post-Katrina. Hubo un tiempo en que creíamos vivir en Baltimore. David Simon ha conseguido en dos series —The Wire y Tremé— diagnosticar los síntomas de nuestra época. En Tremé vemos la recomposición de la vida cotidiana después de la catástrofe, siempre en duda entre el exilio o la vuelta a la ciudad a encontrar las viejas amistades. Primero la depresión por el desastre y luego la acción de sobreponerse y volver a vivir. Una serie como terapia. Una ciudad pequeña con una dinámica comunidad musical. Levantarse y seguir adelante. La vida cotidiana en la ciudad con la energía de sus personajes femeninos: Ladonna y su bar, la abogada Toni, su hija adolescente a la que un personaje le recuerda «lo que sé es que todo lo que hacemos cuenta, todo entra en juego», Annie, la violinista interpretada por Lucia Miccarelli, la energía de la cocinera Janette. Es el retrato de una ciudad y de su gente. Una ciudad vitalista en la que la música es el camino de redención que se comparte en los locales del Barrio Francés, en sus calles y plazas mientras se denuncia la corrupción y la negligencia de los políticos y de los policías después del desastre. Desfilan por la serie todos los músicos de Nueva Orleans: Allen Toussaint, Dr. John, Elvis Costello, Cassandra Wilson, Ron Carter, Lucinda Williams, Trombone Shorty y Steve Earle «Harley Whatt», que es clave en la segunda temporada y encarna la capacidad de regeneración de los músicos callejeros. Los personajes de la serie aman su ciudad, transmiten la sensación de apreciar sus lugares, de pertenecer a ellos, a su cultura, de defender sus identidades y hacen gala de un espíritu colectivo para reconstruir su ciudad y, pese a todo, celebrar la vida. En el capítulo final de la segunda temporada, el músico Davis McAlary, desde la radio donde trabaja, pone un disco de Louis Amstrong y mientras suena la canción Wrap your trouble in dream, aparecen los personajes de la serie en su vida cotidiana. «Sólo recuerda que el sol sigue siempre a la lluvia. Así que oculta las penas en tus sueños». Siempre se escucha la variedad de estilos de la música de Nueva Orleans, desde el cajún, jazz, blues, hip-hop, hay mezcla de música procedente de los esclavos, música europea, todo rodeado de la permisividad de la cultura francesa criolla. Una sociedad europea y americana. Una plaza. La plaza de España junto al Misisipi que se reinauguró en mayo del 2001 «gracias a la generosidad de la provincia de Castellón» con sus azulejos sobre las provincias españolas. Las influencias francesas y españolas siguen muy presentes en la ciudad.

La visita del próximo lunes de Sarkozy a Madrid y su encuentro con el presidente Rajoy servirá para preparar la cumbre europea del 30 de enero que pretende sanear las finanzas, reformar los tratados, preparar una Europa más competitiva que impulse el crecimiento y cree empleo desde una apuesta por la innovación con los fondos europeos. Las primeras medidas del gobierno de Rajoy han sido una terapia de choque para enviar un mensaje claro a los mercados y evidenciar la voluntad de cumplir los compromisos aprobados por la UE. La relación directa con Sarkozy y Merkel permitirá al nuevo gobierno enviar señales de credibilidad con la consolidación fiscal y con la próxima reforma laboral y financiera. Pero urge un plan global, porque sólo la austeridad como las píldoras de adelgazamiento, una vez convertida la deuda privada en pública, nos puede llevar a debilitar en exceso el Estado y el modelo autonómico y por lo tanto la Constitución de 1978. Un plan global que fortalezca el Estado de Derecho y las instituciones para acabar con el desánimo, que haga circular el dinero y permita que vuelva el crédito a las empresas para que puedan crear empleo. El camino no es el de la vieja frase de Mitterrand: «La principal cualidad de un hombre de Estado es la indiferencia». Se trata, por el contrario, de encontrar el ritmo para que fluya la melodía y el relato y poner fin a la carencia de objetivos para recobrar la confianza. Como sostiene Niall Ferguson en su último libro, Civilización. El Oeste y el resto: «Hoy, como a lo largo de la historia, la mayor amenaza a la civilización occidental proviene, no de otra civilización, sino de nuestra propia pusilanimidad y de la ignorancia histórica que la alimenta».