Siento un sordo malestar que no sé cómo definir, pero es como si la pomada de Madrid —el Gobierno, sus galas y galanes— pretendiera hacer balance por los pasados abusos inmobiliarios, la corrupción y el derroche en todas las escalas de la Administración (vean lo que debe Madrid), el uso de los organismos públicos como cortijos particulares, los regalos, joyas, traductoras rumanas y viajes a cuenta del contribuyente, por todo eso y por los infinitos abusos de los agentes financieros, parece, digo, que han hecho examen de conciencia y han decidido que otros hagan penitencia. Los nuevos mandos en Madrid han procurado ofrecer el rostro más glacial a sus pariguales valencianos. Yo diría que han establecido un cordón sanitario en torno a estas plazas fenicias y, de hecho, los únicos presidentes autonómicos que ya han comparecido ante la justicia —con la cantidad de chorizadas que merecían un escrutinio judicial inaplazable y riguroso— son Jaume Matas y Nuestro Amado Líder. El peso de los votos valencianos en la mayoría absoluta —absolutamente relativa— del PP no se merecen este desamor y, de momento, no ha habido ganancias ministeriales, ni otros despojos, para los fieles de aquí. Están haciendo lo posible para que la gigantesca ladronera, el latifundio de bosta, que es el caso Gürtel, se quede reducido a la minucia de los trajes, ya se sabe que a los valencianos nos pierde la moda.

Y eso sí que no. Nuestro encaje en España puede ser perfecto, complacido y complaciente. Nuestro Amado Líder pudo cometer, por vanidad o flojera de remos, el error de aceptar cucamonas de presuntos facinerosos (con los que nunca trató la marquesa Aguirre, que no se quitaría los guantes de cabritilla para estrechar la mano de semejantes personajes: mandaba a un propio), pero el hotel ilegal de El Agarrobico está en Almería, el pudridero del Palau de la Música en Barcelona, El Pocero en Castilla y Urdangarín es yerno del Rey de España, no del de Valencia y Mallorca, que, obviamente, ya no existe. Si se les arruga la nariz, no es por nuestra mierda: es por la suya, que la tienen más cerca.