Un matrimonio cena en un restaurante cuando observa que entra un amigo de ambos acompañado de una desconocida. La señora le comenta al esposo: «Ése es Juan, pero esa no es su mujer». «No, es una amante que él tiene», responde el hombre tranquilamente. Ella empieza a criticar al amigo de ambos, mientras él la para en seco argumentándole: «No te metas, deja que los otros vivan su vida». Continúan cenando hasta que se acerca a la mesa una chica despampanante que le dice al marido: «Oye, me dejaste esperando ayer». «Sí, se me presentó un problema. Pero hoy me paso por tu casa». «De acuerdo, nos vemos», remata la chavala retirándose de la mesa ante el asombro de la esposa, quien le pregunta enseguida al marido: «Y ésa, ¿quién es?». «Esa es mi amante», le aclara. La mujer se pone hecha un basilisco, empieza a soltarle improperios al marido y le pide el divorcio. «No hay problema, te doy el divorcio —replica él—. Pero recuerda que nuestro contrato matrimonial es de separación de bienes y que la casa, el negocio y el coche están a mi nombre. También vete olvidando de las vacaciones cada tres meses en las mejores playas, de tus tarjetas de crédito, el pago de todos los servicios de la casa, tu ropa de marca, zapatos, los espás, el terapeuta, las compras en Nueva York, la casa de la costa, tu bemeuve, el chófer y la pensión de tu madre». La mujer se calla, analiza la situación y finiquita la cuestión diciéndole al marido: «Nuestra amante está mucho mejor que la de Juan, ¿verdad, cariño?». Cuando vienen mal dadas, hay que adaptarse y eso es lo que nos trae Fitur 2012: gran mayoría de barandas que no se mueven de casa, que es donde mejor están según el sector; reducción escalofriante de montajes vacuos; nada de aprovechar para acudir en masa al Bernabéu y qué les voy a contar del Bigotes y otras firmas. En fin, más que una feria parece un descampado, y lo mejor encima es que apenas nadie vaya a hacer turismo.