Tras aceptar a regañadientes la continuidad de Alberto Catalá como presidente de Feria Valencia, los empresari0s valencianos se aprestan a impulsar el cambio del director general, Carlos Vargas, por un ejecutivo externo, con el encargo expreso de disipar las dudas que envuelven a la institución tras las sucesivas denuncias de presuntas irregularidades en la gestión durante los últimos años. La caída de ingresos obligó hace poco menos de un año a despedir a un tercio de la plantilla. Las consecuencias se tradujeron en denuncias de los despedidos. Una de las dos querellas presentadas por un exdirectivo está siendo investigada en estos momentos por la fiscalía y el nombre de la entidad ha aparecido envuelto, bien es verdad que tangencialmente, en algún que otro escándalo.

La patronal valenciana, que ha tenido que escuchar críticas internas por apoyar la gestión realizada hasta la fecha, pretende también con el nuevo director general dar un golpe de timón en la marcha de la institución, de forma que vuelva a convertirse en la herramienta de promoción de los sectores económicos valencianos que tradicionalmente ha sido. El progresivo declive de los grandes certámenes históricos y la imparable caída de ingresos, junto a los gastos hipotecados para los próximos años por una gigantesca ampliación, y una gestión discutible, han llevado a Feria Valencia a una difícil tesitura. Los cambios en la economía mundial y la competencia de los grandes recintos feriales europeos hacen necesaria una reacción inmediata pero bien meditada que garantice su viabilidad y su servicio al tejido productivo autóctono.